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Diamantina, un poco de empatía, por favor

30 de Junio del 2022 - José Antonio Flórez Lozano

“Cada paciente lleva en sí mismo su propio médico”. Albert Schweitzer, 1875-1965.

Sumario: De la necesidad de que el profesional sanitario tenga la habilidad de percibir los sentimientos de cada paciente y trate de ponerse en su lugar

Destacado: Una profunda empatía del médico está asociada con una mayor motivación del paciente para el autocontrol de la enfermedad y su curación integral

Diamantina tiene 68 años y ha sido operada de un nódulo en el tejido mamario (carcinoma lobulillar infiltrante) en la mama izquierda, característico de carcinoma invasor, con adenopatía axilar sugestiva de metástasis. En su circuito cansino de consultas médicas y de enfermería y en los múltiples tratamientos, reivindica: ¡un poco de empatía, por favor! Cada dolor es un dolor único, igual que es única cada soledad… Lo que no hay que decir nunca en consulta es: ¡Hay que aguantarse! Hay que proclamar: ¡Vamos a poder! El profesional sanitario debe tener la habilidad de percibir los sentimientos de cada paciente y tratar de ponerse en su lugar, para comprender en profundidad cada situación, con la finalidad de conectar con el mundo interior del paciente y poder facilitar la resolución de sus crisis. Dice Diamantina que una de las sensaciones que más dolor nos puede producir es la de sentirnos rechazados y abandonados. Sin embargo, el abrazo fuerte e íntimo puede ser un fármaco potente para superar la soledad y la enfermedad. En el Eclesiastés (4:10), encontramos: “Pobre del que está solo y se cae y no tiene quien le ayude a levantarse”. La empatía es la conciencia de los sentimientos, necesidades y problemas de los enfermos. Es también la capacidad para expresar al enfermo que se le ha comprendido. Y esa preocupación por los demás, es decir, por los enfermos, deriva de la sintonización emocional y del amor al “otro”. Dice José Saramago (Premio Nobel de Literatura en 1998), en su libro “El hombre duplicado”, que “solo el amor nos permite conocernos”. Y ciertamente la clave de la empatía es el amor.

La empatía es esencial para mantener la luminosidad de la vida, reforzar las expectativas de la vida, renacer de las adversidades, de los traumas, de las desgracias y de la enfermedad. Naguib Mahfuz, Premio Nobel de Literatura en 1988, escribió en su obra “El viaje del hijo de Fatuma”: “Me invadió una nueva sensación y disminuyeron mis tristezas, el viaje controló mis sentimientos y se abrieron ante mí horizontes ilimitados para la esperanza”. Se podría afirmar que los profesionales sanitarios con mejores habilidades empáticas tienen más probabilidades de conseguir una conducta positiva en el paciente. La empatía es un estímulo vivo para un espíritu demolido por la enfermedad. Diamantina, como cualquiera de nosotros, tiene miedo al tratamiento, al abandono, al rechazo, al maltrato, a la pérdida y a la enfermedad. Sin embargo, lo podemos controlar con la empatía, en esa sinfonía lumínica de la vida única e irrepetible; en la sensación placentera de vivir, de amar, de esperanza, de humor, de querer y de aprender. Kant decía que la vida se hace soportable por la esperanza, los sueños y el humor. Una profunda empatía del médico está asociada con una mayor motivación del paciente para el autocontrol de la enfermedad y su curación integral. Un médico empático, comprensivo que comparte las decisiones con el paciente, puede reducir un 50% el riesgo de muerte, también se producen cambios positivos en la conducta y en los estilos de vida, potenciándose la adherencia terapéutica y reduciendo el sufrimiento emocional. Cuando hablamos de empatía, queremos decir: sentir la emoción que sufre el enfermo; conocer el psiquismo del paciente, sus ideas y sentimientos; adoptar la expresión facial o la postura de la otra persona durante la comunicación; imaginar lo que se pensaría o se sentiría si se estuviera en el lugar del paciente; acompañar en el sufrimiento o la alegría del paciente y manifestar siempre una actitud positiva de querer ayudar. El médico ha de expresar al paciente: te entiendo, sufro como tú, soy paciente… Y creo en la “escucha”… En fin, la palabra amable, cariñosa, comprensiva y afectiva es crucial para lograr la capacidad empática. Es esencial, por lo tanto, que los médicos/as tomen conciencia de que la empatía es un medicamento esencial, para un correcto uso de la comunicación, ya que estos son partícipes de los sentimientos de los pacientes y lo hacen sin juzgar ni culpar, evitando una reactividad emocional estéril (más bien negativa) del paciente. Por eso, Diamantina le dijo a su médico empático: “Me has dado la vida”. El médico empático escucha en los ojos del paciente. La empatía es la medicina universal de la farmacia celestial. Empatía es comprender y, por encima de todo, es amar. Ciertamente, solemos referirnos a la empatía recordando aquella escena de la película “Matar a un ruiseñor” (1962) en la que el abogado Atticus Finch, interpretado por un espléndido Gregory Peck, defendía a una persona de raza negra acusada de un crimen que no había cometido y afirma: “Nunca entiendes realmente a una persona hasta que consideras las cosas desde su punto de vista, hasta que te metes en el interior de su piel y caminas con ella”. Como decía Hipócrates, es el último recurso terapéutico, cuando ya nada puede hacer… ¡Con la empatía, todo parece ser ilimitado, incluso la propia vida! El viaje es la vida que estimula los sentidos, aporta conocimiento y tiene efectos innegables sobre el espíritu. Y termina Diamantina, “la vida es fascinante, siempre misteriosa y con el alma inconquistable”. ¡No la desperdicies y vívela intensamente!

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