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Quo vadis así Ponga?

23 de Junio del 2022 - Benito M. Traviesa Suárez (Gijón)

El Centro de Recepción e Interpretación del Parque Natural de Ponga nació huérfano de toda mención al patrimonio industrial del concejo y así continúa.

Doce años después de su inauguración, el citado centro continúa sin mención alguna a dos de las principales industrias que tuvo: la Ferrería de Soto Rodrigo y La Central Hidráulica Electra de Ponga, y ello no obstante que –para concretar qué información, objetos, historias, etcétera, se iban a representar en él– se contrató, ex profeso en su día a un equipo multidisciplinar.

¿Será por ello que Ponga carece hoy de toda actividad industrial propiamente dicha, salvo «cuatro explotaciones ganaderas» (en expresión televisiva de la Alcaldesa en la manifestación contra el lobo en Sellaño), más diez o doce casas rurales, en especial nuestro buque insignia, La Casona de Mestas, algunos bares y poco más?

Dedica el centro a la muy dura y dramática historia real del casero que habitó la Casería de Llué, Martín Llamazales, «Martinón de Llué», casi toda la planta inferior con proyección de audio, etcétera, pero, a día de hoy, no encuentran motivos ni espacio suficientes para exponer también allí escritos, fotos u objetos (barra de hierro fundido, mazo de la fragua, restos de la turbina, etcétera) de las industrias ya mencionadas. ¿Significa esto que la historia de Martinón es más importante o trascendente que las industrias que tuvo el concejo?

A juicio de los miembros del equipo multidisciplinar (y de las autoridades que vinieron después) parece que sí, cuando deberían ser perfectamente compatibles ambas historias: la del patrimonio industrial (que creó puestos de trabajo y mejor calidad de vida en el concejo) y la del patrimonio cultural, relatando, entre otros hechos, las duras condiciones de vida del casero de Llué.

Quien así piensa visitó las ruinas de la Casería de Llué, su antiguo molino, el cristalino y muy frío (aún en verano) río de La Canalita, etcétera, en cinco ocasiones, pernoctando además allí dos noches, y conoce el esfuerzo que supone llegar hasta allí y salir luego de ella, razón por la cual me hago también esta pregunta: ¿de qué sirve publicitar esta historia y dedicarle el espacio que tiene en el centro si luego quienes puedan visitar esas ruinas, prácticamente cubiertas ya de maleza, son solo un muy reducido número de excursionistas bien provistos de GPS y en buenas condiciones físicas?

Por el contrario, los restos de La Ferrería y La Central Hidráulica están «a tiro de piedra» de la capital del concejo, haciendo un bonito recorrido circular por el PR-AS 213 apto para todo público que comunica Beleño con Sobrefoz y Abiegos. La bifurcación para elegir uno u otro destino (habiendo iniciado la excursión desde Beleño) está situada nada más pasar el puente Los Anclos, que cruza la riega d'Améu, debiendo elegir luego el destino de Abiegos, quienes quisieran visitar también (una vez que estén suficientemente señalizados y acondicionadas) los restos de las industrias mencionadas.

Pero, además, un concejo que inexorablemente continúa perdiendo población (fenómeno este que afecta a casi toda Asturias, todo hay que decirlo, aunque «el mal de muchos siga siendo consuelo de tontos», con un envejecimiento de la que reside en él cada vez mayor, sin haber logrado en su día que, durante los muchos años de la explotación maderera del monte de Peloño, se radicasen allí industrias como un aserradero, una carpintería industrial, o una central de biomasa y sin tener siquiera una industria autóctona del queso de los Beyos (salvo la quesería La Collada, que mantienen en Cirieño, Amieva, contra viento y marea Salvador Pilar y familia), ¿a qué nivel de vida puede aspirar?

Según publicación de LA NUEVA ESPAÑA del pasado 1-05-22, setenta concejos pierden población –de forma continua– durante el último cuarto de siglo; en el puesto 49.º de esa relación figura Ponga, con una pérdida de 214 habitantes (un 27,16%) desde el año 1996, contando en la actualidad con 574 personas empadronadas, si bien los habitantes que viven durante todo el año en el concejo pueden discriminarse (aproximadamente) así:

Abiegos = 22 + Ambingue = ¿? + Beleño = 70 (incluyendo 10 personas de la residencia de ancianos) + Biamón = 1 (el superviviente Mariano) + Cadenaba = 9 + Carangres = 7 + Casielles = 2 (Arsenio y César) + Cortes = ¿? + La Casona de Mestas = 4 + El Carbayal = 2 (Enma y Víctor) + Los Lladeros = ¿? + Puente Huera = 2 (Eduardo y Julia) + Priesca = ¿? + San Ignacio = 23 + Sellaño = 63 + Sobrefoz = 48 + Tanda = 13 + Taranes = 36 + Tribiertu = ¿? + Viego = 34 + Viboli = 4 (Balbina, Luisa, Manolito y Simón) + Vidosa = 6, es decir, un total de 346 vecinos con vida permanente en todo el concejo (0,595 h/km2 de densidad real), defendiéndolo de «todos los lobos (no solo de los de cuatro patas)» y evitando así que todo el concejo se convierta –de hecho– en otra aldea perdida como bien la relatara, en 1903, D. Armando Palacio Valdés.

Menos población supone menor consumo, menor actividad económica y nivel de empleo, etcétera, salvo que, con la radicación en el concejo del primer cementerio ecológico de Asturias se pretenda corregir esta deprimente realidad.

Lo más preocupante y decepcionante, sin duda, es la reacción de todos nuestros representantes políticos frente a un tema muy grave, reincidente y al que no se le sigue prestando la debida atención. Una de las pocas excepciones que conozco es la labor desarrollada, durante todos estos años, por Javier Rodríguez Gallinar en Beleño, un artesano-ebanista que continúa al frente de su taller (solo), como muestra de lo que pudo ser una floreciente industria transformadora de la madera allí.

Y para finalizar, mientras no se sitúe al empresario (de la actividad que sea) en el centro de la estrategia de Ponga y se ayude siempre al que crea riqueza en el concejo, la pregunta que me hago hoy es: Quo vadis así Ponga?

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