Adiós, querido Balbín
El último corresponsal. Con Balbín muere toda una época del periodismo.
Un refrán dice algo grandonista: como buen asturiano, lo mejor del mundo, Europa (El Presi lo cantaba); lo mejor de Europa, España, y lo mejor de España, Pravia. Balbín no era un asturiano de la montera picona y zurriaga, sino un europeo hombre diserto, el último de los grandes corresponsales, se paseaba por Berlín, París, Londres, Estocolmo y por Viena como por su propia casa. Yo lo conocí en Londres en unas elecciones. Era la estrella de la cuadriga de "Pueblo": J. A Plaza, Hermida, Amestoy, García, pero se apartó pronto de ese tipo de periodismo de pisotón y navajeo que quería Emilio Romero. Optó por la calidad, la excelencia y el debate depurado sin insulto, vocalizando como Dios manda y nada chillón como hoy día, cuando solo unos cuantos y cuantas detentan la exclusiva de la opinión. Sus invitados eran gente que sabía o conspicuos en cualquier esfera de la cultura el saber, la política, la ciencia, la psiquiatría, la sociología. Elegante y fumador en pipa –somos una clase de fumadores para los que la cachimba es su mejor amiga y su fuente de inspiración en la tranquilidad del humo que se esparce deparando bonanza de la cazuela a las paredes de la habitación–. Vine a rescontrarme después en aquellos años de la Movida, tenía una tertulia en el pub Bocaccio cuyos participantes jugaban al tresillo con la palabra. Siempre rodeado de mujeres bellas, aunque nunca se las daba de ligón. La cualidad que más destacaba en su personalidad era el sentido del humor a la praviana y yo lo llamaría ferrete ovetense o coruñés. Dígotelo yo... O... home no.
Elegante, puntual, diserto, demócrata, respetuoso y galante con las mujeres, envidiado, sartorial, irónico y escéptico, el último de los grandes corresponsales, un portento de la comunicación cuando avanzábamos sin saberlo hacia ese mundo feliz de Orwell donde todo, incluso el pensamiento, está bajo control. Descanses en paz, Balbín.
Que la NOBLE tierra asturiana donde aun se nota alcurnia la presencia de los primeros reyes godos: Silo, Chindavinto, Mauregato, te sea leve
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