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¿Democracias avanzadas? ¡Ni hablar!

28 de Junio del 2022 - Alejandro Villa Allande

Se ha situado a España por analistas internacionales como una “democracia avanzada”. También a Francia, naturalmente. Y sin embargo me asaltan tantas dudas que no me resisto a plantearlas en este breve artículo. Pasemos a los hechos:

En Andalucía han participado en las elecciones del domingo pasado un 58% de las personas con derecho a voto, es decir, menos de cuatro millones. Casi tres millones no han querido hacerlo. En Francia, elecciones generales al Parlamento, la cosa ha sido peor; de casi cuarenta y nueve millones de electores se han registrado solamente menos de veintidós millones y medio de votantes, superando la abstención los veintiséis millones de personas. ¿Democracias avanzadas? Algo esencial falla para que tanta gente prefiera quedarse en casa a hacer el pequeño esfuerzo de acercarse al colegio electoral y ejercer el derecho más básico de todo ciudadano. Es preciso señalar que en Francia más de un millón de electores votaron en blanco. Respeto para ellos. Y empiezan los interrogantes, a los que intentaremos ofrecer razonamientos “ingenuos”. En primer lugar, la mecánica electoral:

SUMARIO: Comentario ingenuo sobre las elecciones del pasado fin de semana en Andalucía, Francia y Colombia

DESTACADO: El temor es que los poderes fácticos, que ya tienen una enorme importancia como facedores de normativas electorales, de leyes de alcance económico y social, sean cada día más decisivos ante la ausencia de los ciudadanos del primer deber democrático

En Francia existen 577 circunscripciones electorales, y en cada una de ellas –con poco más de cien mil habitantes– se elige a un solo diputado entre dos candidatos. Pensemos en algo que ha sido frecuente en muchas circunscripciones: hay un candidato de la izquierda de Mélenchon, o uno de la derecha moderada de Macron. Es probable que muchos simpatizantes de otros partidos no acudan a votar. Muchos más no acudirían si en una circunscripción la disyuntiva es entre uno de la derecha moderada, sea de Macron o de los Republicanos, y otro de la extrema derecha de Le Pen. Y así sucesivamente. Lo que indica que el sistema mayoritario aplicado en Francia margina de hecho a muchos votantes que probablemente participarían si el sistema fuera proporcional, a saber, circunscripciones amplias en las que se eligiera a muchos diputados, y en las que un porcentaje de votos pequeño sirviera para tener voz en el Parlamento. No es así ahora.

Andalucía: con una ley Electoral relativamente proporcional, existen sin embargo disfunciones muy claras. Acabamos de señalar que cuanto más grande es la circunscripción electoral, más representativo es el resultado. Pero en Andalucía, los ciudadanos residentes en las provincias más pobladas, Sevilla, Málaga, Cádiz, están menos representados que los que votan en las de menor población, sobre todo en Huelva y Almería. Me remito a la aritmética más sencilla: Sevilla ha elegido 18 diputados para 1.521.392 electores. Huelva, 11 para 393.934. Huelva elige un diputado por cada 35.812 votantes, y Sevilla, uno por cada 84.521. Casi dos veces y media tiene el valor de un voto en Huelva en comparación a uno de Sevilla. Dudosamente democrático. Y para que el voto de cada ciudadano tuviera el mismo valor y repercusión políticos, Andalucía debería ser una sola circunscripción y que cada santo aguante su vela.

El temor que tenemos muchos demócratas es que los poderes fácticos, que ya tienen una enorme importancia como “facedores” de normativas electorales, de leyes de alcance económico y social, sean cada día más decisivos ante la ausencia de los ciudadanos del primer deber democrático: la participación en elecciones, aunque sea para no votar por nadie. No defiendo el voto en blanco, pero sí es una opción antes que quedarse en casa o ir a la playa. Al menos, refleja algo.

Otros factores que juegan en contra de la participación pueden ser la escasa educación y sensibilidad social de un porcentaje importante de la población, y la “comodidad” económica y vital alcanzada en los países más ricos. Mucha gente “pasa” de casi todo y el disfrute inmediato de las cosas es su preocupación primordial. Decía una política asturiana hace años que parecíamos muchos jóvenes (yo ya no lo soy…) “refalfiaos”. Pues sí.

En cuanto a Colombia, ojalá que en uno de los países con mayor desigualdad (injusticia) de América y con enormes posibilidades económicas empiece a desarrollarse un Estado social de derecho de una vez por todas. Es refrescante comprobar que una líder popular como la señora Francia Márquez, que tiene muchísimo más mérito personal que la inmensa mayoría de los millonarios colombianos, sea ahora la vicepresidenta del país. Lo merece Colombia por todos los sufrimientos padecidos.

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