Malos tiempos para la lírica
La “FELIX” (Feria del Libro de Xixón) apostó, para la presente edición, por una programación tan completa como ambiciosa. Para todos los públicos, brillaron con luz propia las secciones dedicadas a América Latina, Identidad y género, poética, disidencias... La presencia de escritores con potencial atractivo respondió a las expectativas del público de manera desigual y en algún momento lamentable y descorazonador (Juan Cruz, Sergio Ramírez, Marta Sanz, Carlota Suárez, Brenda Navarro, Isaac Rosa...)
Acudí a la mesa redonda en la que intervenían Sergio Ramírez, Brenda Navarro y Michelle Roche Rodríguez; lo hice muy temprano porque temía quedarme sin asiento. No fue así. Mientras esperaba pacientemente a la puerta (tres personas delante mío) observaba con preocupación e incredulidad la llegada de la gente que lo hacía “a cuenta gotas”. Al final sumamos 18 personas en un aforo para 100. Resultado, un acto desangelado y casi “clandestino”. Cuando terminó el acto y mientras me marchaba, observé que la cola de gente que esperaba para entrar a la siguiente presentación se agolpaba a la entrada y ocupaba unos 50 metros en la calle. Era evidente que no todos iban a poder entrar para escuchar al locutor de programas deportivos de la emisora de los obispos (COPE) que al parecer había escrito un libro, Pepe Domingo Castaño.
Unos días antes, tuve la oportunidad de visitar la exposición fotográfica del fotoperiodista Gervasio Sánchez sobre la violencia en Honduras y Guatemala. Estaba yo solo. Durante el tiempo que permanecí en la sala no entró nadie más. Al día siguiente volví al museo porque quería hacer unas fotos, me encontré con una pareja. Mi mujer fue dos días después y el panorama seguía siendo desolador, estaban ella y dos personas más. En el ámbito de la cultura no hay más sensación de tristeza, desolación y rabia que un museo vacío. Sales del mismo acongojado o deprimido, sin poder compartir con nadie lo visto y vivido.
El “cantante” Bertín Osborne ha visitado Gijón en su gira “musical” presentando “Cuarenta años no es nada” en un pabellón abarrotado de público (capacidad 1.200 butacas), al grito de “tío bueno” proferido por incondicionales más que maduritas. Menos mal que al día siguiente una columnista de LA NUEVA ESPAÑA, musicóloga de profesión, en un artículo memorable nos recordaba que hay que tener mucha cara para presentarse como cantante. El público presente no estaba escuchando a un cantante, sino al personaje de los programas de la telebasura que invaden los hogares españoles. El “cantante” aprovechó la visita a Gijón para decir: “Tenemos terroristas en el Gobierno y no sé por qué nuestro rey tiene que estar viviendo en otro país con lo majo que es”.
La escritora Rosa Montero en un memorable artículo, “Influencers”, relata su experiencia en la pasada edición de la Feria del Libro de Madrid. En una de las casetas, más de dos mil jóvenes se agolpaban en busca de la ansiada firma de la autora de un libro. No, no era un premio Nobel, ni había resucitado Almudena Grandes, ni siquiera el cansino y desagradable Arturo Pérez-Reverte, ni mi admirado Antonio Muñoz Molina. Era una “influencers” adolescente de la red social Tik-Tok (1.200 millones de usuarios activos al mes en el mundo) que, al parecer, había escrito un “libro” (o se lo habían escrito) sobre las tonterías cotidianas que sin ningún pudor alimenta a sus millones de seguidores que a su vez quieren ser también “influencers”.
El futbolista Sergio Ramos lanza en las redes sociales su última “machada”, comerse en un restaurant de lujo, en compañía de su guapa esposa, un chuletón cubierto de polvos de oro (900 euros la pieza), mientras los telediarios daban cuenta de los 8.700 niños que mueren diariamente en el mundo por desnutrición.
Malos tiempos para lírica.
Nota: supongo que los lectores de este texto tendrán decenas de experiencias que podrían añadirse y hacer un suma y sigue interminable y desalentador.
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