Obsesión enfermiza, enfermiza obsesión
En Asturias hay 586 centros educativos no universitarios, entre colegios e institutos, la gran mayoría de titularidad pública. En ellos trabajan unos 9.500 docentes. Uno de ellos es aquel profesor de Gijón al que le cayeron seis meses sin empleo ni sueldo por poner dieces, sanción que, como es sabido, fue aplicada de urgencia, con tanta prisa además que hasta se olvidaron de comunicárselo a él personalmente en tiempo y forma. Aplicada antes incluso de que se pronunciase la justicia, que, evidentemente, en tanto no dirima la legitimidad del proceso, determinó, amparando al inculpado, que debería ser restituido de inmediato en su puesto de trabajo, pues, en contra de lo que consideró la consejera de Educación, el que un docente ponga tan altas calificaciones a sus alumnos no supone un riesgo inminente ni una amenaza de extrema y máxima peligrosidad para la seguridad, integridad, etcétera, de las instituciones públicas asturianas.
Pero la obsesión es enfermiza. Con todo el proceso pendiente de la decisión judicial, la misma Consejería acaba de volver a interesarse intencionadamente por si nuestro profe ha seguido poniendo dieces a sus alumnos, en un trámite final de evaluación docente que se viene realizando desde 2013 (en su expediente siempre sin mácula alguna, por cierto).
Nos preguntamos: ¿han sido así de diligentes en los restantes 586 centros con los 9.500 docentes asturianos? ¿Solo les interesan los calificaciones de ese profesor ya sancionado? ¿Nada que decir de otros que también califican a su alumnado al alza? ¿Y los que se inflan a suspender a mansalva? Porque entre estos últimos sí existen denuncias, no en el caso que nos ocupa, que jamás recibió, procedente de estamento alguno. ¿Es que tal vez pretendan tramitarle de nuevo sanción sobre sanción sobre sanción sobre sanción sobre sanción, así ad aeternum? ¿Conseguir autojustificar a posteriori sus inquisitoriales procederes punitivos?
A todo esto, sigue sin saberse quién ordenó o sugirió a la anterior dimisiocesada consejera tal cacería. Ni las razones de esa enfermiza obsesión. Bien conocidas son las sutiles relaciones de poder. De todo tipo y pelaje.
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