Gracias al personal de la UCI del Hospital S. Agustín de Avilés
El mismo día que los primeros mineros chilenos abandonaban la negrura de la mina para volver a la claridad de la superficie, a nuestra madre se le acababa la vida en la UCI del Hospital S. Agustín de Avilés. Fue un proceso rapidísimo e inesperado que nos dejó a todos inermes ante las circunstancias y abrumados por el dolor, pero entre la tristeza del momento hubo una luz que nos reconfortó en momentos tan difíciles. El equipo médico que nos atendió tuvo, además de una elevada capacitación técnica, un comportamiento especialmente delicado, respetuoso y hasta compasivo. A veces damos por supuesto que personas que conviven con la muerte a diario están acostumbradas a estas situaciones y, por consiguiente, mantienen cierto grado de alejamiento de los pacientes y sus familiares. Nosotros no lo hemos sentido así, por el contrario percibimos humanidad, silenciosa y sin aspavientos, pero humanidad verdadera. Por eso queremos agradecer públicamente esa forma de hacer las cosas. Debemos ser conscientes de que esta medicina, la pública, la de todos, es un tesoro que debemos preservar. El agradecer lo que se hace bien puede ser una forma de colaborar.
Con todo el sentimiento del mundo, muchas gracias.
Mª Jesús, Isabel y Carmen Lavandero Ruiz.
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