Ilusión, positivismo
He leído un artículo muy positivo en la prensa sobre la palabra ilusión, me ha hecho ilusión. Últimamente busco la ilusión en cualquier espacio abierto o cerrado, exterior, o interior, en el extraño presente, en el trastocado cerebro, o en el alma agotada. Y sí, me produce dudas la palabra; hasta se la produce al diccionario: “Falsa representación de la realidad provocada por la imaginación o por una interpretación errónea de los datos que aportan los sentidos”. Con esta definición se le acaba a uno la ilusión. “Tienes que ser más positivo”, me dice mi rubia airosa. Y sí, yo bien quisiera, pero lo que queda de mis neuronas me tiene sujeto a la triste realidad.
El positivismo es una doctrina filosófica que rechaza a priori todo concepto universal y absoluto. Ser positivo es la tendencia a ver y juzgar las cosas por el aspecto más favorable, no el absoluto; eso relaja, pero yo me pregunto si se debe esconder la realidad cuando toca prevenirse. La realidad de lo que es absoluto, es decir, de lo que es innegable, puede parecer una realidad muy negativa, pero es simplemente un hecho real. No se trata de sentirnos cómodos pase lo que pase, ¿o sí? (Romanos 12:2). Se puede dejar de pensar en las cosas que pasan, y centrarnos en las que nos gustaría que pasaran. Sí, eso es ilusión, pero mi mente no ve manera de detener la inercia natural hacia el abismo en el calentamiento global, la guerra nuclear o el deterioro social. Para eso ya está la propaganda engañosa.
Así que dejo que la mente y el corazón recojan los restos de un pasado positivo y esperanzador basado en la verdad, y trato de recordar ese primer poema dedicado a un ser que sigue siendo maravillosamente real: “Te vi, subir entre la mies / joven espiga airosa, / y ya no hubo más hermosa, / ni amapola o flor cardosa, / o en el horizonte cosa / tan fascinante y poderosa / que mover pudiera, mis pies”. Ahora tengo que ir a que me hagan el catéter, es que me dio un infarto y no me he enterado, habrá sido por el esfuerzo en positivizarme.
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