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El mundo al revés

8 de Julio del 2022 - Carmen González Casal

De un tiempo a esta parte, leo y escucho noticias tan sorprendentes que me viene a la cabeza ese transparente poema de José Agustín Goytisolo, musicado y cantado por Paco Ibáñez, que habla del lobito bueno, ese que maltrataban los corderos, donde —con precisa ironía— denuncia la injusticia de muchas situaciones, como si la justicia solo fuera posible en los sueños.

Hoy en día a la injusticia se suma el desorden. Ese que supone transgredir la verdadera naturaleza de las cosas, el sentido con el que han sido hechas o creadas, es decir, el “manual de instrucciones” que es necesario seguir para que esa cosa o realidad funcione adecuadamente. Me explico con un ejemplo sencillo y evidente: si utilizo una brocha gorda para barrer el suelo, además de no barrer bien, posiblemente esa brocha nunca más sirva para pintar.

En el mundo actual hay mucho desorden, en ocasiones provocado por decisiones de personas singulares que a base de relativizarlo todo convierten ese vacuo relativismo en la manifestación de la verdadera libertad. En otras, cada vez más, ese desorden está rubricado por quien detenta el poder, parapetándose en la corrección política —esa especie de ortodoxia cultural que domina el discurso público— y en la censura de cualquier referencia a la verdadera naturaleza de las cosas. De este modo, lo “políticamente correcto” —pura falacia— se convierte en norma de conducta.

Pasando a lo concreto podría mencionar casos de variada índole, aunque simplemente me voy a detener en uno para no cansar al lector. Me encantan los animales. Adoro sobre todo a los perros, especialmente a esos falderos que se acurrucan dócilmente en el regazo de sus amos. Sin embargo, lo que estamos viendo últimamente cada vez me sorprende más. Me explico.

Asturias va camino de perder el nivel del millón de habitantes a finales de este año. La constante caída de la natalidad y la mortalidad sufrida llevó a perder 6.330 personas en los primeros nueve meses de 2021. LA NUEVA ESPAÑA, en titular del jueves 23 de junio, destacaba: “El descenso de la natalidad alarma a los colegios: casi ninguno llena las aulas”.

Sin embargo, este mismo periódico nos contaba hace un par de meses: “Asturias registra más del doble de inscripciones de perros que de nacimientos”. Y es verdad, porque cada es más frecuente encontrarte con parejas acompañadas de dos o tres perros, a los que tratan como hijos, en lugar de formar una familia como Dios manda. En fin, que, a este paso, los niños en Asturias van a pasar a ser especie protegida.

Pero la cosa no queda ahí. En las fiestas del barrio de La Florida de Oviedo, celebradas entre el 10 y 13 de junio, corrió la sidra y no faltaron verbenas, pero brillaron por su ausencia voladores y fuegos artificiales, “para no molestar a las mascotas”.

Sumario: Noticias sorprendentes que muestran el desorden en el que vivimos

Destacado: ¿Por qué el feto humano no tiene ante la ley el mismo apoyo que las especies animales protegidas?

Creo que fue monseñor Catalá, obispo de Málaga, quien evidenció una situación parecida con este ejemplo que traigo a colación, símil que levantó polémica por considerarlo “políticamente incorrecto”: “Un huevo de águila es ilegal destruirlo, con multa de hasta 100.000 euros y un año de prisión. Un embrión humano es legal matarlo por cualquier razón, usando tus impuestos en una clínica de abortos.”

Podría seguir, pero creo que es suficiente para preguntarnos: ¿qué nos está pasando? ¿Por qué las mascotas, los animales en general, están ocupando el lugar que siempre han tenido las personas? Acaso años atrás en La Florida, en época de fiestas, ¿no había ancianos o enfermos a los que los voladores les podían molestar, por qué entonces no se pensó en ellos? ¿Por qué el feto humano no tiene ante la ley el mismo apoyo que las especies animales protegidas?

Efectivamente, parece que este mundo está no solo del revés, sino patas arriba, y habría que ordenarlo un poco, poner cada cosa en su sitio, hacerlo un poco mejor. Viviríamos más a gusto (y en compañía de nuestras mascotas, por supuesto). Depende de cada uno. Nos va mucho en ello.

Carmen González Casal

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