La carcajada ya no se lleva
Es una realidad evidente que el humor en mayúsculas, el de aquellos genios del surrealismo que poblaban los micrófonos de radio o las pantallas de las televisiones hace décadas, como lo fueron Gila, Tip y Coll o "Martes y Trece", por poner solo algunos memorables ejemplos, ha desaparecido prácticamente de las ondas y no ha tenido el relevo apropiado porque ha sido sustituido por sucedáneos que nada tienen que ver con aquellos fantásticos programas de humor que tanto echamos de menos.
Ahora proliferan los "graciosos de turno" que buscan el aplauso fácil o enlatado mediante la burla o el ataque despiadado a sus víctimas, que suelen ser personas que engrosan la nómina del cotilleo nacional, de los llamados programas del corazón.
Este tipo de programas, que han proliferado exponencialmente, confunden el humor con el cotilleo y la mala uva, porque carecen absolutamente de lo primero, se nutren de lo segundo y van sobrados de lo tercero, que es tanto como decir que recurren a lo fácil. Cualquier intervención malintencionada es saludada con vítores y aplausos, y si estas rebasan los límites del decoro y del buen gusto, suelen provocar el entusiasmo colectivo de la audiencia y pueden generar también miles de seguidores en la redes sociales al convertirse en virales.
Siempre ha habido muy buenos cómicos en el panorama nacional y los sigue habiendo, los que provocan la risa de verdad, la carcajada de toda la vida, un tipo de humor que ya no se lleva, supongo, porque se sale de los presupuestos y sale más barato disfrazarlo. En definitiva, desvirtuarlo.
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