El premio Príncipe de Asturias de los Deportes
¡Les ha caído al pelo! Esto fue lo primero que pensé, referente a los miembros del jurado del Premio Príncipe de Asturias de los Deportes, al enterarme de que una buena parte de los futbolistas, no vendrán a la entrega del premio que le fue concedido a la selección de la que forman parte.
Hace ya unos años, que en el apartado de deportes, los mencionados premios llevan un rumbo tozudamente errático que, de no ser corregido, causarán un daño difícilmente reparable en el merecido prestigio internacional de que los mismos gozan. Parece que el jurado de deportes otorga sus premios con una dejadez y oportunismo tan simple como holgazán. A Fernando Alonso le hicieron un flaco favor en su día (y le admiro profundamente, pero no era el momento); el de Schumacher fue vergonzoso por partida doble: por insultante para Alonso y sus seguidores y porque en el debe y haber del piloto alemán pesa más su constancia en el comportamiento antideportivo -por decirlo muy suavemente- que sus siete títulos. Y luego las inexplicables ausencias: José Luis Ugarte (ya fallecido), Juanito Oiarzabal, Ángel Nieto (12 + 1 veces campeón del mundo, por si alguien lo olvidó), Carlos Sainz... En fin.
No me gusta el fútbol y sin embargo vi y disfruté algunos partidos de la Selección Española en el pasado mundial, celebré su triunfo. Pero sin sustraer un ápice del mérito de su gesta, este año, sin asomo de duda el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes debería ser de Edurne Pasaban. Porque -y literalmente- de entre todas las mujeres del mundo ha subido las 14 montañas más altas de la Tierra. Y además la primera. Edurne protagonizó una excepcional hazaña que va mucho más allá de donde alcanza cualquier campeonato. Tuvo la fuerza necesaria para sobrepasar la limitada condición humana en su doble vertiente de inteligencia y coraje. Coraje, por la fuerza física, mental y anímica, casi sobrehumana, con que luchó ante el poder de Natura y una inteligencia, tan brillante como humilde, para saber cómo, dónde y cuándo los inhóspitos territorios que se abrían ante ella, la dejaban pasar. Gora Edurne!
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