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No se arrostró lo predecible

20 de Octubre del 2010 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

No se arrostró lo predecible: la presión urbanística sobre los astilleros de la bahía de Gijón o la alternativa al carbón tras el desierto siderúrgico en las cuencas mineras o la baja natalidad de los 80s y siguientes. Tras 40 años de dictadura se esperaba un auténtico regeneracionismo, han pasado 33 años y seguimos igual. No se asumieron retos para buscar un esforzado futuro a las generaciones venideras, sino que se miró de reojo al pasado y solo se pensó en el: quítate tú, que ahora me toca a mí. El tratamiento fue prejubilación y abandono; se rompió la igualdad de clase entre trabajadores: unos en grandes empresas con promesas de prejubilación y otros en pymes. Pero no importaba: la cuota de subsistencia sindical la pagaba y paga el gobierno, no los trabajadores. No se apostó por el orgulloso esfuerzo, sino por la listeza de un entramado de intereses especulativos ocultos tras todo un discurso progresista. Hoy, esas falsas argumentaciones nos atenazan como intocables vacas sagradas, ¿podremos verlas y abatirlas? No lo sé, pero nos urge, porque no se puede vivir con tanta corrupción conceptual. La más importante de todas, la ausencia de una investigación ligada a una formación profesional permanente, esa formación que fue absolutamente olvidada, vilipendiada y corrompida; la universidad siguió como si tal cosa en su principal función de la enseñanza; pero se olvidó de la realización de una investigación aplicada ligada a la colaboración con el mundo empresarial sin querer aceptar el reto de que, además de los grados de la formación inicial académica, hay que realizar los postgrados de carácter ocupacional ligados a los empleos que desarrollarán las personas de esta sociedad para mejorar su empleabilidad a todo lo largo de su vida mejorando la competitividad de sus empresas. Pero, a esta formación no se la entendió, ni se la entiende como un nuevo eje formativo que se desarrolla aguas abajo de esa posible investigación universitaria en colaboración con las empresas, una formación capaz de establecer la verdadera innovación: llevar el nuevo conocimiento a los ciudadanos-trabajadores. Un eje bien distinto al eje académico tradicional de la formación inicial, pues, se desarrolla sobre ésta a todo lo largo de la vida. No es por tanto formación inicial, sino un postgrado que ofrece su especificidad ocupacional para el desarrollo de la competitividad, ya que nada, o bien poco, de esa formación inicial será específicamente relevante en la empleabilidad futura.

Hemos corrompido los conceptos en la formación permanente, pero también en los servicios públicos, y así llegamos a esa extraña realidad que ya vemos como normal: fundaciones vs. servios públicos propios (ejercidos por los funcionarios). ¿Deben desaparecer y marginarse los servicios públicos propios para dejar paso a fundaciones, centros colaboradores y empresas contratadas? Los trabajadores de esas fundaciones en ocasiones se sientan discriminados con respecto a los funcionarios, y hay motivo. Pero repito: ¿deben desaparecer los servicios propios y pagarse a entes privados que los realicen a título de sin ánimo de lucro? Son corrupciones conceptuales que hacen creer a esos sindicalistas oficialmente subvencionados por los gobiernos que ellos pueden suplir a los funcionarios. ¿Es eso correcto, o debilita el poder de exigencias de los propios trabajadores? Y que decir de las subvenciones o financiaciones a productos desvirtuando la libre competencia del mercado, como en el caso del carbón o de los paneles solares. Pero así están las cosas: la universidad mejora, pero no está en lugares importantes del ranking español o mundial; los sindicatos no son independientes y los trabajadores están irresponsablemente desprotegidos en su futuro; las empresas no son todo lo competitivas que deben ser y están más interesadas en mano de obra barata que en altas tecnologías de automatización asumiendo retos de futuro y competitividad; las fundaciones exigen o solicitan tratos de preferencia en los contratos con la Administración para financiarse, aún a costa de que la Administración se burocratice sin ofrecer servicio alguno por sus propios medios; las ayudas al carbón se siguen exigiendo por los nuevos candidatos políticos socialistas; los jóvenes tras el regalo de la ESO se enfrentan a la realidad de su fracaso ante una sociedad que no los emplea; nos amenaza una Asturias despoblada porque en la supervivencia de las parejas no hay tiempo para los hijos y la familia; y para colmo, en nuestra democracia, no hay listas abiertas, ni igualdad de voto. Se corrompieron los conceptos, el discurso inteligible era falso, y el que no lo era poca gente llegaba a entender su importancia. El regeneracionismo liberal en España aún sigue pendiente, y a la inteligente coherencia aún se la espera.

P.S.: Los galardonados en los Premios Príncipe de Asturias podrían, y pueden, ser nuestro acicate y el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer nuestro faro de unidad, universal y universitario.

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