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Sumar, para encontrar el Santo Grial

11 de Julio del 2022 - Marcelo Noboa Fiallo (Gijón)

Después de tanto esperar, después de tanto anunciar, finalmente la flamante vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo del primer Gobierno de coalición de izquierdas, Yolanda Díaz, se ha lanzado al ruedo. Todavía no sabe si hay la suficiente agua en la piscina, por ello, ha preferido mantenerse en modo “escucha”, añadiéndole al “thriller” de suspense una etiqueta previa (que no sabemos todavía si será definitiva), “Sumar”.

La historia de la izquierda en este país, la verdad, es que es para hacérselo mirar. No hay sesión de psicoanálisis que pueda salir airosa del envite, pero ahí seguimos, tropezando en la misma piedra año tras año, lustro tras lustro, siglo tras siglo. Es inevitable no recordar la secuencia de la película “Tierra y Libertad”, de Ken Loach (1995), en la que, en plena Guerra Civil, en una de las trincheras de la batalla del Ebro, milicianos republicanos discutían cómo sería la España que ellos construirían una vez ganada la guerra. Imposible ponerse de acuerdo, mientras las tropas fascistas avanzaban implacables hacía la victoria final.

No hay que remontarse tanto tiempo atrás para “ponerse colorado” ante el espectáculo de desunión, debates estériles, lucha por el poder... El penúltimo ejemplo lo sufrimos en vivo y en directo días antes de las elecciones en Andalucía. En un ejercicio de irresponsabilidad difundido en vivo y en directo, los seis partidos consiguieron ponerse de acuerdo para sacar adelante la candidatura de Por Andalucía; no se debatían programas electorales, sino el lugar que ocuparía cada “partidito” en la candidatura; es decir, “asegurarme un puesto de salida”. Se añadió un elemento más de suspense por parte de Podemos de Andalucía al presentar el Si Queremos fuera de plazo y quedando “oficialmente” fuera del cartel Por Andalucía. La otra guerra la mantuvo hasta el final la “califa” de la izquierda, Teresa Rodríguez, abanderando lo que ella llama un andalucismo auténtico de izquierdas sin dependencias de Madrid. Consiguió dos diputados. Fue la primera decepción de Yolanda Díaz. La constatación de que en Andalucía no había agua en la piscina para Sumar. No había a quién “escuchar” porque el ruido que recordaba a los debates estériles en las trincheras del río Ebro 84 años después seguía presente.

La historia de Podemos desde su fundación, por sí misma, da para una serie de las catalogadas como B (es decir, de las malas). No queda ni uno solo de los fundadores de aquel ilusionante movimiento/partido. Los “Círculos”, concebidos como instrumentos de debates abiertos para articular propuestas que sirvieran de base para configurar programas alternativos en los gobiernos locales, han desaparecidos o perviven agónicamente como cuadriláteros para la lucha por el poder (igual que en su día ocurrió con las Casas del Pueblo del PSOE o las sedes del PCE).

Mucho antes que Podemos, el PCE (1986), consciente de su debilidad y de su mermada representatividad en las instituciones, lanzó Izquierda Unida (el Sumar de entonces) como instrumento para encontrar el “Santo Grial” apelando a la responsabilidad de antiguos militantes desencantados, independientes de izquierdas, ecologistas, verdes, feministas, asociaciones de barrios... Eso sí, asegurándose una vez más que el PCE seguiría siendo el “gallo del corral”, manteniendo un discurso esencialista y, por supuesto, los puestos de salida para los principales dirigentes.

Hoy, Yolanda Díaz (que proviene del PCE, pero con muchas dosis de heterodoxia) tiene en su haber estos tres años largos de buen hacer frente al Ministerio de Trabajo. Me atrevería a señalarla como la mejor ministra del ramo que ha tenido este país en democracia. Sus leyes y medidas en materia de derechos laborales y sociales han devuelto la dignidad a la clase trabajadora de este país. Este es su legado (de momento) y su tarjeta de visita con la que pretende levantar el ánimo del alicaído votante de izquierdas y convencer a sectores transversales de la sociedad.

Sesudos analistas de este país han puesto el foco en el supuesto “talón de Aquiles” de la precandidata: su carencia de un potente aparato de partido, de una organización territorial que sirva de soporte al nuevo proyecto. Creo que ya es hora de recordar que solo hace falta cruzar los Pirineos para constatar la falacia de tales afirmaciones. ¿Qué partido político tenía Macron cuando inicio su batalla por el poder? ¿Y Mélenchon? Ninguno. Dos lobos solitarios, sin partido, que se lanzaron al ruedo, en el que competían con la candidata del legendario Partido Socialista, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, poseedor de la infraestructura y organización territorial más grande de Francia. Resultado, 2,7% de votos a las presidenciales y reducido a la irrelevancia más absoluta.

Algunos siguen mirando las campañas electorales con ojos de los 80/90. Aquello pasó a la historia. Hoy solo cuentan la TV y las redes sociales como instrumentos para lanzar tu imagen y discurso. Yolanda Díaz ya cuenta con la imagen (y esta es poderosa) falta el discurso que tiene que salir del debate en Sumar.

Añadir una peculiaridad más a esta penúltima experiencia en el espacio a la izquierda del PSOE. La precandidata, al parecer, tiene muy clara la apuesta por el proyecto ya que no contempla un adelanto electoral que dejaría en agua de borraja su apuesta. Un rasgo más de lo “sobrada” que va al ruedo. Para otros sería una temeridad.

En cualquier caso, por el bien de la izquierda de este país y por seguir avanzando en derechos laborales, sociales y cívicos solo podemos desear que el “experimento” salga razonablemente bien y poder enterrar para siempre el fantasma de las trincheras del Ebro... nada le gustaría más a Ken Loach.

¿Lo del PSOE?... es otra historia.

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