Etiqueta ambiental y esnobismo ecológico
El Ayuntamiento de Gijón ha sido el tercero en España, después de Madrid y Barcelona, en obligar a que los vehículos lleven la etiqueta ambiental. Mientras que en Madrid y Barcelona la razón es consecuencia de la contaminación causada por el tráfico rodado, y se circunscribe a zonas concretas de sendas ciudades, en Gijón el quijotismo del Ayuntamiento ha llevado la situación casi al esperpento, ha decidido ser más papista que el Papa y ha incluido todo el municipio, sin tener en cuenta que en este caso los problemas de contaminación tienen su origen en la actividad industrial y portuaria, teniendo el tráfico rodado un papel muy secundario. La medida es un verdadero despropósito porque, además de ineficaz, es socialmente injusta y su efecto sobre el medio ambiente es totalmente el opuesto al que se pretende. Casi uno de cada tres coches no tienen derecho a distintivo y por tanto a ejercer una libre movilidad, algo que afecta especialmente a gente mayor o con menores recursos. Pero la medida tiene consecuencias mucho más nefastas dado que se estimula la compra de coches eléctricos e híbridos, algo con consecuencias ambientales mucho más graves. La empresa Volvo comparó el impacto ambiental de la producción del modelo convencional de gasolina (XC40) y su versión híbrida (C40) y demostró que el coste ambiental de producción del híbrido era mucho más elevado que el de gasolina, sobre todo por el impacto ambiental de la batería, lo que hacía que se necesitasen más de 110.000 km para que el impacto ambiental del híbrido empezase a compensar el de gasolina. Pero esta medida tiene un aspecto todavía más perverso para el medio ambiente, y es que los ayuntamientos vuelcan la responsabilidad medioambiental en los ciudadanos favoreciendo el “business as usual”, es decir, favorecen seguir comprando y consumiendo vehículos como si ello fuese la solución. Nada más alejado de la realidad. Lo que todos los estudios nos dicen es que tenemos que consumir mucho menos y mover mucho menos el coche. No hay litio para tanta batería. Además, su producción tiene un alto impacto ambiental, cada tonelada de litio producido necesita dos mil toneladas de agua y genera hasta cinco toneladas de residuos tóxicos. Si los ayuntamientos facilitasen la movilidad dentro de la ciudad, priorizando el transporte público eléctrico y gratuito, y reduciendo el privado a las excepciones lógicas (repartos, movilidades reducidas, etc.), si facilitasen a los ciudadanos y turistas buenas zonas de aparcamiento desde donde poder desplazarse en transporte público por la ciudad, entonces sí que podrían pedir al ciudadano su cuota de responsabilidad. Pero seguimos funcionando al revés, se pide al ciudadano el esfuerzo que el Ayuntamiento no es capaz de proporcionar y se ofrecen soluciones que poco tienen que ver con la verdadera educación ambiental. Por favor, más rigor y menos esnobismo ambiental.
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