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¡No, jose, chico! ¡Pa esta vaina hay que ser médicu!
Es que estaba yo leyendo el informe que me dieron en Cabueñes. Claro, ni puñetera idea, pero, no tengo duda, si me pongo con la cuestión acabo por tenerla.
Cuando los elementos de juicio no son especulativos, sino meras valoraciones de realidades mensurables, la conclusión no puede ofrecer lugar a dudas. Algo que no siempre, ni mucho menos, ocurre en todas las ciencias u ocurrencias. En matemáticas, por ejemplo, sí. Lamentablemente, en medicina, por ejemplo, no. En política, pues qué te voy a decir.
Sin embargo, existen cuestiones que no necesitan averiguaciones para llegar a las exactas conclusiones.
Por ejemplo. Convives, lamentablemente, con un grupo de enanos contra los que tú no ejerces con inquina alguna, ¡pero! resulta que ellos dicen que sí y dedican todos sus esfuerzos a tratar de joderte como sea.
OK. Hay un individuo que dice ser amigo tuyo, que te quiere qué sé yo cuánto y que te dedica su mayor encanto.
Vale. Esto es lo que él dice. ¿Qué hace? Se reúne con los enanos y pacta con ellos el proveerlos de todos los medios a su alcance, que son unos cuantos, para que puedan consumar sus pretensiones de cortarte los pantalones, además de, constantemente, mentirte en tu cara con absolutos descaro y cinismo, todo ello a cambio de que el enanaje le mantenga siendo el papaupa.
En este caso, que, evidentemente, nada que ver con la medicina o las matemáticas, ¿es investigable su condición de miserable? La del que dice ser tu amigo, digo. ¿Tienes que mirarte al espejo para comprobar que tienes ojos? ¿Es que puedes verte en él si no los tienes?
Pues mira tú, pa mí que este país hay mucha gente ciega, a pesar de que se ve en el espejo.
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