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Laviana, lo que no debe ser

12 de Noviembre del 2010 - Albino Suárez (Pola de Laviana)

Guardar silencio, por respeto, por miedo a las consecuencias o por prudencia, no mejora la situación caótica de la circulación en Pola de Laviana. De este asunto ya hemos publicado en esta página más de un comentario. Y siempre quedándonos más cortos que extensos es el problema. El caos que acontece es único en Asturias. No es que la circulación no sea peliaguda en toda población: es que en Pola de Laviana es extrema. Y todo –y eso lo saben quienes tienen que saberlo– porque, ante tanto desafuero con los estacionamientos, se está haciendo la vista demasiado gorda más de cuatro veces, mientras, como hubo casos, hay quien por mucho menos es denunciado, si por capricho de una parte, por animadversión, de otra, justificándose con palabras manidas. Obstaculizar gravemente la circulación. Y sin embargo, nunca, en ningún caso, quien así es denunciado ha estacionado su vehículo sobre aceras, en pasos peatonales, en esquinas, bajo señales que digan lo contrario, ante portones con vados, ni en ninguna otra parte que no fuera posible, y menos en espacios antibloqueo o espacios destinados a inválidos.

Así, el pasado jueves 14 de octubre ha vuelto a ocurrir lo que ya hemos dejado escrito en anteriores ocasiones. Que uno va a Oviedo o a Gijón (esta vez fue Gijón) y, salvo semáforos, las calles, por lo normal, no se encuentran con atascos, como, al regreso, nos encontramos en Pola de Laviana. En la llamada calle Libertad –el nombre debe de venirle de perlas– cada cual aparca donde sea, y al ser así, para recorrer un tramo de cuatrocientos metros en línea recta hay que parar muchas veces, desviarse otras tantas y salir por la izquierda el mismo número de veces. El zigzagueo es espectacular. Y este problema, caótico, es acompañado, la mayoría de las veces, por pitidos y más pitidos. Pero como si nada. Nadie se entera. Y no vale argumentar que es que era jueves y había mercado, porque el lunes anterior no hubo mercado y sí hubo igual problema. Problema al máximo.

Uno circula por poblaciones mayores, de más densidad de vehículos, y al final llega a donde vaya, pero al regreso a esta población, antes o después, tropieza con quien impide rodar. En calle Libertad ya se ha dicho lo que acontece. Digamos, otra vez más lo que ocurre en plaza Maximiliano Arboleya, donde según señal vertical se prohíbe estacionar y estaciona todo bicho viviente. Y no pasa nada. Nadie lo ve, ni ve que en carga y descarga hay quien está estacionado el día entero, y como si nada. Por contra, quien ha dejado el coche abierto, mientras fue al domicilio a llevar un paquete, no tardando más de 10 minutos, al regresar ya tenía una multa puesta. Y menos mal que no había más vehículos ni en el espacio ni en la plaza. De ahí que se hable de ojeriza.

El caso es que este pasado jueves referido, al acceder a plaza Maximiliano Arboleya, ya hubo que maniobrar, antes de cruzar la acera, y al torcer para el garaje un coche a la derecha y otro coche a la izquierda impedían todo paso, y toda salida. Y la señal vertical que lo prohíbe, encima. Se hacen fotos –¿y para qué?, si ya hay centenares dignas de una buena exposición–, se busca a los municipales –¿para qué? también, si estas cosas las saben y es como si no las supieran, a la vista de los resultados–, se busca a los conductores y como no se sabe quiénes son es como si no se buscaran. Y mire usted, de pronto aparece, como si fuera el Mesías, el responsable de la Policía Local de Laviana, por un lado, mientras por el otro llega uno de los conductores de uno de los coches.

En un instante un coche metido de cuña a la entrada de la plaza desaparece y cuando el agente se dirige al conductor que acababa de llegar y ve quién es no diré ni lo que le dijo ni lo que habrá pensado de quien estaba al pie, viendo lo que había y esperando para poder acceder a la cochera. Pero es de suponerlo.

A continuación desaparece el otro coche y, en menos tiempo que lleva decirlo, quedó todo libre, como debe ser y como debe estar. Sin embargo, a la media hora, ausentado el ángel tutelar de la circulación, todo volvió a estar lleno de coches. Que es lo habitual y lo que no sabemos si saben los señores agentes, los señores concejales, los señores políticos y los demás señores que deben procurar que todo esto que ocurre no siga ocurriendo y siendo un despropósito, un caos, un problema, un estado de cosas único en Asturias. Pero único por deplorable. Y que algunos tenemos que pagar demasiado caro.

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