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Querida Sor Ana, hasta siempre

15 de Julio del 2022 - Adrián Menéndez Conde (Riaño (Langreo))

Mi querida Sor Ana, el jueves tenías marcado comenzar un nuevo capítulo y finalizar la estancia en este mundo. Cuando recibí la llamada comunicándome tu fallecimiento, reconozco que me inundó una gran tristeza, automáticamente saltó a mi cabeza las veces que en estos últimos meses te dije que pasaría a verte y no lo hice. Pero de repente, como si de tu voz se tratase, algo me decía que Sor Ana y la tristeza no eran compatibles, y comencé a recordar tantos y tantos momentos que vivimos juntos.

Tenía yo 14 años cuando comenzamos a ir a Ciaño los sábados a dar de comer a la Enfermería un grupo de amigos y algún catequista y desde el primer encuentro comenzó nuestra amistad.

Me enseñaste y acompañaste en el descubrimiento racional de la fe y en el encuentro con Jesús. Recuerdo que insistías en la necesidad de que todo fuese natural, que nada podía ser disfrazado y menos querer hacer de algo tan simple y maravilloso algo que fuese signo de contradicción. Me recordabas la necesidad de fijarme en Jesús, solo en él, y que como mucho en los santos que fijándose en él vivieron con mucha dificultad. Hoy, 21 años después, con los sinsabores que uno tiene que pasar en algunas ocasiones, entiendo perfectamente lo que me querías decir. Fuiste una Hermanita de 10, obediente a la Santa Madre en todo pero, sobre todo, en el sonreír. Siempre tenías una palabra especial para cualquier circunstancia, y un gesto para aliviar, sobre todo cuando nadie te veía.

Sigo utilizando cuando me acuerdo y puedo uno de tus diurnales que me entregaste cuando saliste de Ciaño, con tus imágenes y alguna anotación que no sé si por casualidad o intencionadamente quedaron en él.

Fuiste una Hermanita adelantada a los tiempos, aquí en Ciaño y me imagino que por todas las casas por las que pasaste no pasabas desapercibida. Ancianos, familiares, empleados, voluntarios…, todos conocían a Sor Ana y opinamos lo mismo.

Querida Sor, escribo y estoy sonriendo. Subes al cielo tan merecido, tranquila como tú eras, sin miedo alguno, porque ninguna doblez tuviste en esta vida. Sé que subes con un propósito: presentarle a Jesús el nombre de todos aquellos con los que compartiste tu vida.

El día del funeral una Hermanita me dijo que rezase por la congregación, y le dije: ¿rezar?, ¿yo?, tranquila, hermana, hoy sube Sor Ana y sube una Hermanita que adelantada a los tiempos le dirá a la Madre Fundadora hacia dónde os tiene que guiar.

Este año celebras el santo y la fiesta de la Santa Madre de un modo especial, no puedo pedirte que no te olvides de mí porque sé que no lo harás. Espérame en el cielo, Sor, si puedes encuéntrate con mi güelín, por el que tanto rezaste y al que tanto visitaste.

Sonríenos desde el cielo y te prometo jamás dejar de mirar al que tenemos que mirar, a Jesús de Nazaret, que al igual que tú pasó por la vida haciendo el bien e intentando mitigar el sufrimiento de la gente.

Hoy te doy un abrazo eterno y agradecido; hasta el encuentro, mi querida Sor Ana.

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