Fray Juan Manuel Pérez García
En el día 13 de este mes de julio fallecía en la enfermería que los dominicos tienen en La Virgen del Camino, fray Juan Manuel Pérez García. Había cumplido 95 años. Fray Juan Manuel era asturiano, de Miño, cerca de Navelgas, en el concejo de Tineo. Tras los periodos de su formación en los dominicos, ya sacerdote, fue enviado a Canadá a especializarse en la enseñanza social de la Iglesia, junto al reconocido P. Lebret. Desde ese momento fue la preocupación de su vida como dominico. Fundó en torno a la Universidad Laboral de Córdoba, en la que ejercía como profesor, una Escuela social, en la que se reunían trabajadores, sectores del mundo sindical y empresarial. Acabó siendo suprimida por la autoridad civil.
Pasó luego a la República Dominicana. Allí se centró en defender la dignidad de la gente sencilla en Santiago de los Caballeros y El Seybo. Juan Manuel actuaba desde el estudio y la reflexión sobre la causa que defendía, la dignidad humana. Su trabajo fue reconocido por la máxima autoridad de los dominicos. Fue incorporado al Consejo General de la Orden en Roma, con la misión concreta de atender a la Orden en América Latina. Eran tiempos de las discusiones intraeclesiales en torno a la Teología de la Liberación; tiempos de tensiones, pero a la vez de compromiso de la Iglesia con el pueblo. Con sus aciertos y errores. Tiempos ricos y recios, que contribuyeron a una presencia distinta de la Iglesia en la sociedad. Durante ocho años, en los que trabajó con dos superiores generales de la Orden, llevó a cabo esa misión. Ella le permitió conocer la realidad de la sociedad, de la Iglesia y de la Orden en cada nación de Latinoamérica.
Al finalizar esta misión fue elegido para ser prior provincial de los dominicos del Brasil. Momentos difíciles, pues la Orden en esa nación estaba surgiendo de la persecución que sufrió durante la dictadura; y también de algo que debilitó a varias comunidades significativas, al ser nombrados obispos varios frailes que eran sus animadores.
Cumplida esta delicada misión en el Brasil, volvió a su querida República Dominicana. Siguió centrado, desde labores parroquiales en ofrecer un Evangelio que respondía a las exigencias de la dignidad humana, pisoteada por los poderes en no pocos lugares. Junto a esto, se encargó de la formación de nuevas vocaciones a la Orden de dominicanos y también de haitianos. Su preparación intelectual, que siempre había cuidado, le llevó a dedicar tiempo a la enseñanza de la Teología, y a la dimensión social de la Ética en el Centro de Teología que lleva la Orden en la capital, Santo Domingo, y en otras instituciones académicas. Se fijó en los primeros dominicos de la Española que levantaron la voz en la defensa de los indios frente a las autoridades españolas, Antonio de Montesinos, Pedro de Córdoba, Bartolomé de las Casas. Sus publicaciones son referencias para conocer aquellos momentos cruciales en los que se discutía con fuerza en España, en el entorno de la Corona, así como en los lugares de América, cómo habían de ser reconocidos y tratados los nativos de los lugares donde España se había hecho presente.
Debilitado por la enfermedad y la edad tuvo que retirarse a la enfermería que los dominicos han instituido en La Virgen del Camino. Su mente seguía clara; seguía con sus reflexiones sobre todo teológico-espirituales, que enviaba, vía internet, a un grupo numeroso, interesado en ellas. También pudo promover en su Navelgas natal que, a la celebración anual de los dominicos asesinados al principio de la Guerra Cvil, en el mismo lugar donde tuvo lugar su muerte, beatificados por la Iglesia, se uniera el recuerdo y la oración por los que fueron ejecutados al final de la Guerra Civil. La celebración del martirio de los que murieron por ser fieles a su fe tuvo una dimensión de reconciliación entre personas de distinto modo de pensar y de actuar.
Fray Juan Manuel Pérez fue uno de tantos dominicos salidos de Asturias, de familia enraizada en Asturias, del campo asturiano, que han dignificado el nombre de Asturias en lugares distantes de nuestro mundo. No debería ser olvidado.
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