Mi vacio

20 de Octubre del 2010 - Juan Jose Llamazares Garcia (Oviedo)

Son las cuatro de la mañana y hoy tampoco me sonará el despertador para ir a mi puesto de trabajo. Mi perfil, un joven de 24 años, diplomado, con un posgrado universitario, no me permite poder desarrollar hoy día mi capacidad intelectual plasmada en un empleo digno.

Soy consciente de que no vivo en los años setenta, ochenta o incluso noventa, en los que tener una diplomatura o una licenciatura universitaria estaba al alcance de muy pocos, y era para algunas familias un sueño inalcanzable, hoy más fácil gracias a las becas y las ayudas por parte del Gobierno.

Y se preguntarán muchos: ¿Qué hace un niñato de 24 años en el ordenador a las cuatro de la mañana? Reflexionar. En esta España de crisis la única lucha existente es la del Gobierno con los sindicatos. Unos piden que arrimen el hombro en tiempos de crisis (algo normal y patriótico) y los sindicatos piden una reforma laboral que ningún Gobierno ha hecho desde que empezó la democracia en este país.

Pese a que la situación de crisis global en el mundo guarda relación con nuestra situación actual, el problema también radica en la caridad humana por parte de la clase empresarial de este país. Y no hablo de mi padre, que trabaja más de catorce horas al día en una pyme sobreviviendo a las trabas del Gobierno a los autónomos, sino a los abusos por parte de muchas empresas que se aprovechan del chico de prácticas al que hacer un contrato laboral indigno, temporal y no más allá de seis meses, cuyo final es sustituirlo por otro chico de los recados. Trabas a la hora de entrar en una empresa donde piden años de experiencia como si ellos, en sus inicios, hubiesen empezado con ella.

No niego que en la situación actual es realmente difícil poder dar trabajo a los jóvenes y no tan jóvenes que desgraciadamente han perdido su trabajo, y sus hipotecas pesan más que una losa de una tonelada, pero tampoco soy licenciado en Economía, ni uno de los 656 asesores del presidente del Gobierno para dar con la llave que nos permita poder vivir un poco mejor.

No voy a extenderme mucho más, ya que mi reflexión de poco servirá para cambiar mi situación y la de muchos jóvenes en este país, pero envidio a anteriores generaciones que luchaban por otras metas igual de dignas que las mías, pero creo que no tan importantes como poder llegar a ser alguien en la vida.

Si ustedes, algunos empresarios, creen que que los jóvenes estamos para esto se confunden. Yo me niego taxativamente, así que mientras ustedes y sus departamentos de recursos humanos deciden qué hacer con mis currículum, yo seguiré con la vida que teme mi madre, la del «nini». Pero no se confundan: mi titulación cuelga del cuadro del salón con mucho orgullo y sudor.

Dice el presidente del Gobierno, y entrecomillo: «La tierra pertenece al viento» y yo le respondo: «Señor presidente: La tierra pertenece a los hombres, a los hombres honrados que queremos ser algo en la vida».

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