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Cambio climático o abandono público

24 de Julio del 2022 - Mercedes Rodríguez de Castro Peláez (Corvera de Asturias)

Un año más, nos enfrentamos a la maldición de los incendios, por el abandono público por parte de los sucesivos gobiernos a lo largo de los años. Desde que somos una democracia, pero sobre todo desde que estamos en la Comunidad Europea, los incendios fueron aumentando en frecuencia y voracidad a lo largo de los años.

No se me enfaden aquellos que reducen los incendios al cambio climático, sintiéndose así libres de culpa sobre sus actuaciones, o lo que es peor, su falta de actuaciones. Desde la entrada de España en la Comunidad Europea, esta subvencionó la pérdida de cultivos que daban y mantenían la humedad en el manto superficial de la tierra y a la vez esa humedad condensada pasaba a los acuíferos. Pero es que además nuestra masa forestal fue abandonada paulatinamente a medida que la ganadería adquiría nuevas formas y ya no se necesitaba acudir a los montes para formar las camas del ganado, y por lo tanto ya no se necesitaba limpiar dicha masa forestal.

La forma en que cocinamos nuestra comida es otra de las maldiciones a las que nos enfrentamos. En otros tiempos en este país se cocinaba con leña, esto significa que, para su consumo, se limpiaba el monte de leña fina para el encendido de la lumbre, amén de piñas y otros rastrojos para la tarea, eso hacía que se limpiara con frecuencia dichos montes. No olvidemos tampoco el cambio de la arboleda autóctona de cada parte del país por especies bastardas que empobrecen la tierra y secan hasta muchos metros de profundidad.

El diseño de nuestras ciudades es otra de las causas de recalentamiento, y lamento decir que el exceso de calor que generan las ciudades no se queda solo, que también, en las ciudades, sino que viaja en el aire, se disemina y cuando encuentra las condiciones adecuadas genera los monstruosos incendios que vemos en estos días.

Las ciudades que habitamos son un cúmulo de cemento, su urbanismo es una condena a corto y largo plazo por el excesivo e inhumano uso de este producto que a los únicos que beneficia es a los empresarios pegados al poder y que beben los vientos por dichos gobiernos. Sólo algunos gobiernos de este país tienen un urbanismo que cuida mínimamente las ciudades que habitamos, dotándolas de masas verdes, de árboles que den frescor a nuestras aceras... en el peor de los casos los árboles nunca acompañan a los bancos, por lo que es imposible sentarse en ellos. Las fuentes han sido eliminadas poco a poco del urbanismo y la humedad que desprendían ayudaba a mantener un mínimo de frescor en el ambiente. Esto en algunas ciudades, porque en los barrios circundantes solo existe desidia y abandono, por lo que el problema se agrava de una forma insoportable. Todo esto y mucho más ha convertido nuestro país en un horno que toma temperatura exponencialmente año tras año.

Antes de señalar a los ciudadanos por nuestro nivel de vida, culpándonos de todos los males del mundo, cabría poner las cosas en perspectiva. Sería bueno recordar que hace un siglo y medio (más o menos) que tenemos sociedad industrial, y que de ese tiempo hay que descontar dos guerras mundiales y dos posguerras, que bastante teníamos con poder malcomer en ese tiempo. La sociedad industrial llegó a una parte mínima de este planeta, porque el resto no vivió la etapa industrial hasta bien entrado el siglo XX. Dicho esto, no pretendo decir que no haya cambio climático, ni calentamiento global, pero hay otras razones que no se dicen.

¿Recuerdan el atolón de Mururoa, recuerdan que durante años Francia hacía sus pruebas nucleares en él? Desde 1945 las grandes potencias realizaron todo tipo de pruebas nucleares en tierra, pero sobre todo en el mar, desencadenando con ello terremotos (por el corrimiento de las placas tectónicas) volcanes, tsunamis etcétera. Saben aquello de una mariposa bate sus alas en Singapur y se desencadena un terremoto en Europa, pues saquen sus propias conclusiones.

¿Se ha movido el eje de la Tierra? La geología nos dice que la glaciación formada por la caída de un asteroide provocó el desplazamiento del eje terráqueo y, por ejemplo, se formó el desierto del Sahara, cuando en tiempo de los dinosaurios era una zona verde y fértil. Nada sucede sin una causa, pero que los ciudadanos pretendamos comer en el planeta tres veces al día (que para la mayoría solo es un sueño) no puede significar que le estemos robando el futuro a las generaciones venideras.

No, señor presidente, la culpa no es del cambio climático, sino de una política de abandono progresivo, de falta de inversiones rurales y urbanas que con el paso de los años están llevando a este país a un estado desértico sin que parezca que, a nadie, municipios, autonomías ni Gobierno central, le preocupe, sin que se implementen políticas activas de inversión para prevenir los incendios. Pero todos los años nos hacemos la foto con los ciudadanos, eso seguramente nos dará algún voto.

Y si no, ya sabemos a quién le echaremos la culpa, ¡al cambio climático!, ¿verdad, señor presidente?

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