La «fiesta» del cielo
Esta mañana, como casi todas, salí con mi perro "Gazpacho" al "solarón". El "solarón" nos gusta: tiene prao para los perros, juegan entre ellos y es el único parque en el centro con espacio verde realmente amplio para que así lo hagan. De hecho, es la única alternativa cercana que tenemos para poder sacarlos durante el verano, ya que la única playa que este Ayuntamiento habilita para ellos es la 24, pequeña, rocosa y muy lejana para algunos de nosotros. El "solarón" tiene el "problema" de que es una parcela muy jugosa, por lo que todo apunta a que, con el tiempo, este único parque en la zona centro desaparecerá para dejar paso a la especulación y al dinero. No dinero que revierta en la comunidad, no, dinero en manos privadas que a los vecinos lo único que hace es robarnos nuestros espacios, donde, además de salir con nuestros perros, también creamos comunidad. Sin estos espacios comunes, la comunidad, valga la redundancia, se muere.
Pero no venía aquí a hablar del "solarón", sino a contar que hoy, mientras estaba con mi perro en él, comenzaron a volar por encima de nosotros cazas y aviones militares. Aviones que provocan ruidos que te atraviesan el oído y no te dejan ni pensar. Como persona con ansiedad, y, desgraciadamente, no la única, esos ruidos nos generan malestar y angustia. Pero tampoco pretendía escribir sobre nosotros, sino sobre las mascotas. Cuando los aviones comenzaron a sobrevolarnos, uno de los perros que había en el "solarón" echó a correr hacia la carretera, aterrorizado. Todos los que estábamos allí corrimos con su dueña, llamándolo, intentando no perderlo de vista. Afortunadamente, esta historia acabó bien: cogimos al perro y su dueña se lo llevó a casa, pero no todas las historias acaban de la misma forma.
Este Ayuntamiento, hace no tanto, hizo una de las mejores cosas que yo recuerdo: prohibió la Feria de Begoña por razones de diferente naturaleza, pero mismo peso, siendo una de ellas el basar nuestro ocio en la tortura animal. Sin embargo, parece que esto mismo no se aplica a nuestras mascotas, cuya salud y bienestar quedan totalmente de lado cuando se trata de celebrar la «fiesta del cielo», fiesta que, por otra parte, no sé a quién va dirigida. Pero de vivir del turismo ya hablaremos otro día.
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