Benditas ocurrencias
Desde que el restaurante La Ancha "inventara" el escalope Armando, ya nadie pide un filete de ternera empanado y por eso no es de extrañar que aparezca en las primeras entradas Google. Por eso y porque es extraordinario, tanto en tamaño como en exquisitez, una obra de arte gastronómica para paladares exigentes y estómagos agradecidos.
Pero no es de este famoso Armando de lo que quería escribir, si no de otro Armando, de un Armando imaginario, de un Armando también "inventado", inventado por unas tías de mi gran amiga Marta, unas tías muy mayores que vivían solas y cuando llamaban a su puerta, antes de abrir gritaban con todas sus fuerzas, "Armaaaandooooo", se acercaban sigilosamente a la mirilla y solo abrían cuando era alguien de confianza. Marta me contaba esta anécdota mientras trataba de terminar con su Armando, que hay que tener mucho saque, me dijo, y casi pudo con él.
Salimos tan contentos de Las Tortillas de Gabino y me fui pensando que siempre se me olvida preguntarle a Ekaitz que a quién se le ocurrió lo del Armando, y que benditas ocurrencias.
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