La espada de Bolívar
En pocas horas toman posesión las nuevas autoridades en Colombia.
Ocurre cada 4 años y siempre el 7 de agosto. El motivo es que ese mismo día en 1819 tuvo lugar la batalla de Boyacá, considerada como parte de los orígenes del Estado colombiano. Y además lo recoge la Constitución.
Pero esta vez… Dicen que habrá 100.000 personas en la plaza Bolívar y numerosas actividades culturales, junto a la presencia de jefes de Estado y Gobierno.
También está de por medio la espada de Bolívar y su simbología.
Y dicen también que es la primera vez en 200 años que habrá un Gobierno progresista para regir los destinos de un país con población similar a la española, pero con superficie dos veces y media mayor.
Quedan pocas horas y los prolegómenos han sido intensos desde la segunda vuelta de las presidenciales. Claro es que antes hubo una primera vuelta donde Gustavo y Francia quedaron a bastante distancia de sus adversarios, pero a sus votantes no los dejaron disfrutarlo con la amenaza de que toda la derecha apiñada impediría el triunfo que después se ratificó en once millones y medio de votos.
Se han ido conociendo las designaciones de ministras y responsabilidades significativas, y a cada una (respondiendo a la diversidad de la alianza del Pacto Histórico y de los compromisos y promesas en la larga campaña) se la ha podido analizar y valorar sobre su oportunidad y tino, en base a su trayectoria, como defensora de derechos, como académico sobresaliente, como representante de indígenas o de negritudes.
Y como la propuesta y reto de Petro-Márquez tiene que ver esencialmente con la Vida y con la Paz, también “la situación” de derechos humanos y de ausencia de paz está en el día a día (y seguramente en lo posterior a la toma de posesión al menos por muchos meses o años) de las últimas jornadas del Gobierno saliente uribista: muchos asesinatos de líderes sociales, de firmantes de paz, incremento de masacres a modo de desquite y de autoafirmación de los grupos irregulares con los que el nuevo Gobierno pretende una paz integral.
El último reporte de la emblemática Comunidad de Paz de San José Apartadó, junto con seguir señalando dónde están actuando los grupos paramilitares, como han venido denunciando desde siempre, señala la muerte de 5 paramilitares a manos del Ejército. Hechos que se estarían produciendo en otros territorios, tal vez como una manera preventiva de quitarse de en medio a aliados molestos (del Ejército y de los empresarios) que podrían hablar más de la cuenta sobre asuntos de perversa complicidad en el presente y en el pasado.
Es decir, la muerte por diversos flancos, enemiga de la paz y contraria a los planes de vida del nuevo Ejecutivo que, como no se cansan de repetir desde el colectivo de refugio en Asturias Luciano Romero, en pocas horas va a estar a cargo del Gobierno pero no va a detentar el poder, que sigue y seguirá en manos de una oligarquía muy avara, muy violenta, muy criminal, como ha demostrado en los dos siglos de apropiación y acaparamiento, desde la citada batalla de Boyacá, en el cruce del río Teatinos, allá por Tunja, donde derrotaron al Ejército colonial español.
El Ejército insurgente estaba compuesto de criollos, mestizos, mulatos, zambos, negros e indígenas, generalmente personas pobres, escasas de alimentos y mal vestidas, al mando de Bolívar y sus lugartenientes Santander y Anzoátegui.
Este 7 de agosto dos personas de orígenes populares ocuparán los máximos cargos de la República, representando las aspiraciones de millones de indígenas, zambos, mulatos, negros, mestizos, criollos y personas pobres en general, con compromiso de empezar a superar con medidas concretas (empezando por la reforma tributaria y la reforma rural) la extrema desigualdad provocada por la extremadamente avariciosa oligarquía que se apropió de la victoria de Boyacá y demás batallas por la independencia.
Acompañar a las colombianas y colombianos, a sus organizaciones y autoridades en ese camino de paz total, forma parte del internacionalismo consecuente practicado por muchas décadas en Asturias.
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