El cartel
Hace unas semanas se armó la marimorena entorno a la campaña que el Ministerio de Igualdad decidió emprender para luchar contra la discriminación que sufren las mujeres, especialmente las más jóvenes, por aquellos que siguen vendiendo los "cuerpos ideales" de la mujer como gancho para conquistar consumidores que alimenten el capitalismo consumista, uno de los pilares del neoliberalismo. Nada que objetar ante cualquier batalla que se emprenda en esta dirección.
La polémica surgió como consecuencia de algo tan colateral y, por consiguiente, nada sustancial que afectara al objetivo superior de la campaña, la no discriminación, bajo el lema: "El verano también es nuestro". Y digo colateral porque la reacción desde el Ministerio ha sido para combatir las estupideces que se vierten desde las redes en contra de la campaña y, por supuesto, aprovechando que el "Pisuerga pasa por Valladolid", arremeter contra el Ministerio de Igualdad por parte de PP/Vox y sus terminales mediáticas.
El otro "daño colateral" ha sido la denuncia de dos modelos británicas por utilizar su imagen sin su permiso (aparecen entre las otras cinco mujeres del cartel en la playa). Situación que, por supuesto, es un fallo imperdonable por parte de quienes diseñaron el cartel, pero nada que no se pudiera resolver por vías "diplomáticas" y personales con las afectadas. Y, por supuesto también, dice muy poco a favor de la empresa responsable del cartel, a quien las administraciones públicas no deberían volver a contratar.
No obstante todo ello, y reconociendo que toda campaña contra la discriminación de la mujer siempre será bienvenida, creo que en esta se ha pasado por alto algo que los gobernantes no pueden dejar de luchar. Combatir una de las plagas que se han instalado en nuestro país en forma de epidemia, la obesidad.
En los años ochenta nos sorprendíamos de la cantidad de gente obesa que formaba parte del paisaje urbano de las grandes ciudades de los EE UU, víctimas, entre otras cosas, de la comida basura, nacida precisamente en la cuna del capitalismo depredador; mientras en España hacíamos gala de la "dieta mediterránea" como valor a preservar.
Pero es lo que tiene la globalización y la importación de "usos y costumbres" ajenos a la dieta mediterránea, que han terminado por imponerse, hasta convertir la obesidad en España en uno de sus principales problemas de salud.
La obesidad está reconocida por la OMS como una enfermedad que hay que combatir incansablemente, es la "pandemia silenciosa" que afecta ya a 1.900 millones de personas, entre las cuales hay 340 millones de niños y adolescentes en el mundo (el 30% de la población). En España, la "epidemia silenciosa" afecta ya al 17% de la población (Encuesta Europea de Salud. EESE-2020). Especialmente preocupante es la obesidad mórbida en los niños y adolescentes y los estudios prospectivos apuntan mal, apuntan a una incidencia cada vez más alta.
Un estudio de "The Lancet" revela que la obesidad aumentó en el mundo un 30% desde 1980.
Menos mal que "el cartelito" no apareció el 4 de marzo (Día Mundial contra la Obesidad, declarado por la OMS). La pandemia de la obesidad es considerada responsable de 2,8 millones de fallecimientos al año. La actual pandemia de covid-19 registra 2,4 millones de fallecimientos a nivel mundial.
Esta es la verdadera batalla que hay que librar. Sorprende la falta de coordinación interministerial a la hora de elaborar la campaña que el Ministerio de Igualdad había programado para este verano. Como mínimo deberían haber participado también los ministerios de Sanidad y de Consumo, que tienen mucho que decir al respecto.
Sorprende más si cabe que siendo la ministra de Igualdad psicóloga de profesión, conocedora de los mecanismos psicológicos del aprendizaje que se ponen en marcha en la adquisición de conductas y del papel que juegan para las adolescentes, tanto las modelos a imitar como los mensajes "normalizadores" en el espacio público, haya pasado por alto estas cuestiones o, lo que sería peor, haya priorizado una supuesta batalla ideológica por encima de la salud, desdeñando que la mortalidad es 12 veces mayor entre las personas obesas que entre la población no obesa, con el aumento considerable del gasto social y sanitario.
Poner en valor la obesidad (como hace el cartel), en los términos que se ha hecho, para luchar contra la discriminación de los cuerpos es como mínimo discutible, cuando no una temeridad en términos sanitarios. Antonia Morillas, directora del Instituto de la Mujer, lo ha señalado sin tapujos: "Existen múltiples discriminaciones corporales que están atravesadas por los estereotipos de género. Se proyectan expectativas corporales en las mujeres que no solo influyen en nuestra autoestima, sino que niegan derechos y condicionan la manera de estar y disfrutar el espacio público". De la "pandemia silenciosa", ni una palabra. Preocupante.
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