El fútbol, poderoso caballero
Cada año por estas fechas, nos toca ver el baile de traspasos y nuevos fichajes que los equipos de fútbol ponen en práctica. Quienes no tenemos ni puñetera idea de fútbol y menos aún de todo ese trapicheo que se traen entre representantes de jugadores y clubes con cientos de millones de por medio no podemos más que quedarnos boquiabiertos del disparate y sinrazón que, a nuestro juicio, todo eso conlleva.
Cuando nos lamentamos de lo mal que van algunas de las cosas que son básicas para que una sociedad funcione de manera medianamente razonable, a la par tenemos que ver el despilfarro millonario que todo ese mundo del fútbol, disfrazado de deporte, pone en práctica y que año a año va en aumento. Para más asombro, las horas y horas de radio y televisión dedicadas a ensalzar la cosa por boca de profesionales de la información que algunos entendemos más bien como desinformación.
Nada tiene de extraño que la política y todo lo demás vaya como va. Nos dejamos manipular como auténticos pardillos, por no emplear un calificativo quizá más apropiado, pero no quisiera con ello herir sensibilidades, no es esa mi intención. Quienes ya hace años peinamos canas y sufrimos las calamidades de los años de posguerra y vimos ciertos abusos de la dictadura, nunca pudimos imaginar que una sociedad en democracia y con una ciudadanía tan por encima de la de entonces en formación y educación iba a dejarse llevar al “pan y circo” de esta manera. Algunos no lo podemos entender; que me disculpen quienes lo ven bien así, pero yo encuentro raro que un científico de cualquier especialidad de la ciencia tenga que buscarse la vida en otros países y España se gaste millonadas en importar futbolistas. Cuando el andaluz Guerra nos dijo en sus días de gloria que “a España no la iba a conocer ni la madre que la parió”, creo que acertó de pleno. Está como está, porque así la hicimos, unos por acción y otros por omisión.
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