La Feriona
Hacía más de 10 años que no visitaba la Feria Internacional de Muestras de Asturias, había dejado de tener interés alguno para mí. Hasta entonces había girado cada año al menos una completa visita al gran evento del verano gijonés. Creo conocer un poco lo que es la Feria pues he trabajado en ella para empresas expositoras durante nueve ediciones. El pasado viernes, acudí a la Feria, recorrí el recinto, pabellones, galerías y exteriores durante unas cuantas horas.
No sé cómo definir esta Feria actual, podría ser el Gran Bazar de Estambul, en otra dimensión claro, un centro comercial de planta única desordenado y desencadenado o varios mercadillos ajuntados, de esos que visitamos en pueblos y ciudades. Recuerdo el orden, la alineación, la separación, la clasificación, la uniformidad. También la fluidez en la circulación que se respetaba en pabellones y galerías, y también en el exterior. Todo eso ya no existe, ha desaparecido, es un “rellenar” huecos sin ton ni son, con lo que sea y da igual cómo quede, lo importante es una única cuestión: “facturar suelo y espacio”. Andando por la Feria para ir de un lugar a otro he verificado que no había calle ni camino, es necesario atravesar una galería comercial, para mí que pretenden imitar el alineamiento de alguna cadena sueca. Calificaría estéticamente a esta Feria de un impresionante bodrio. Si antes se la conocía por la “Feria del bocadillo”, hoy podemos decir que se ha consolidado, el comer y el beber es lo preponderante.
Esta Feria, casi mejor Feriona, ha dejado de ser Feria de Muestras, ni por asomo, no es más que una sucesión de tenderetes con caja registradora. Puede que las ventas hayan sido magníficas e incluso que se batiera el récord de visitantes, pues muy bien, pero no me gusta esta “Feriona”. Una “Feriona” usada como pasarela política a diario, incluso varias veces, por una retahíla de insípidos comediantes que se dedican al noble arte de engañar al personal. “No me gusta esta Feriona”.
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