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Payada de contrapunto

1 de Diciembre del 2010 - Javier Gómez

Quizás sea conveniente para poner en antecedentes tanto del título como del espíritu que alienta esta glosa remontarse a la literatura hispanoamericana del XIX, particularmente, de Argentina. En ella conviven sin sobresalto lo que podríamos llamar espíritu universalista, que, en el espejo de aquel hemisferio, reflejaba los grandes modelos europeos. Junto a ello la pasión por lo propio, por las raíces, por lo autóctono se concretaba en una corriente literaria que adquiría singular esplendor con la poesía gauchesca. Dentro de este género destaca con luz propia el «Martín Fierro». A través de él este gaucho y payador, cantor, por tanto, en payada solitaria desnuda su sentimiento. Más no pocas veces es otro gaucho cantor quien da réplica al asunto interpretando los dos «payada de contrapunto».

La lectura del «Martin Fierro» se puede hacer desde distintos prismas. En este caso la perspectiva va a tratar de acercarse a la visión política del poema y su transposición crítica de pie para tocar distintos aspectos del difícil, exigente, comprometido... momento político actual. Indudablemente, todo él está impregnado de ese espíritu, no en vano su padre literario, José Hernández, tomó parte desde temprana edad de los acontecimientos públicos de su azaroso tiempo, llegando a ser senador por Buenos Aires, anecdóticamente conocido como el «señor Martín Fierro». De un espíritu político, direccionalmente entendido de abajo hacia arriba.

En aquél, igual que aquí, siendo del pueblo llano el cantor, demanda de otros cantores, más letrados, por supuesto, pues ellos han de gobernar, expongan sus planteamientos y bases de su idoneidad, y haciendo de ello cotejo con su posible rival. Dice el poema al respecto:

«A un cantor le llaman bueno / Cuando es mejor que los piores; / Y sin ser de los mejores, / Encontrándose dos juntos, / Es deber de los cantores / El cantar de contrapunto».

Por que quien ha de elegir al político-cantor no ha de tener suficiente con media filiación y un retrato... y a la espalda, una letanía de gente, ignotos de faz y mente y con caletre de esparto...

El poema hace seria advertencia al cantor que, llegado el momento, dilata la decisión por un mal entendido aprecio de superior condición:

«El hombre debe mostrarse / Cuando la ocasión le llegue. / Hace mal el que se niegue / Dende que lo sabe hacer, / Muchos suelen tener / Vanagloria en que los rueguen».

Tiene razón Martín Fierro en querer que sea cantor aquel que lo sabe hacer. Ya en anterior pasaje, aunque cambiando el cantar por el arte de pintar fija tal posición:

«No pinta (canta) quien tiene gana / Sino quien sabe pintar (cantar)».

Ha de tener claro el cantor que en política se mete, y expresarlo previamente, a qué grupo irá a parar, pues están bien definidos:

Hay un primer conjunto de los que saben cantar, más no son pocos en tal grupo que si la situación acomete, amoldan su voz a tal y lo hacen de falsete.

(Lamento)

En un segundo apartado están los llamados del «sigilo», pues continuamente ensayan un silencio cautelar. Cantan como los ángeles no la canción del silencio, sino al silencio de cantar.

El tercero es, a mi fe, del clan más reducido. Y sin embargo, de él se espera, con pícara expectación, que comience su payada. Más en ello hay excepción entre sus propios afines, que anhelan su voz callada. Pues con frecuencia inusual más que cantar dan la cantada.

Subtítulo:Una visión política de la lectura del "Martín Fierro"

Destacado:Son de ajuera y están dentro, quienes a la sociedad ofrecen profundos cambios con el pensado objetivo de que todo siga igual: amiguismo, endogamia, nepotismo, pura mediocridad...y, por encima de todo, preservar la impunidad

Queda ya para el final el grupo mejor nutrido. Y no crean que el más cómodo por no tener que pensar, pues con fruición ensayan postura de boca y gesto del político principal. Son los llamados cantores del «karaoke» o, si se quiere, payadores del «playback».

Así es que:

«Procuren, si son cantores, / El cantar con sentimiento, / No tiemplen el estrumento / Por sólo el gusto de hablar, / Y acostúmbrense a cantar / En cosas de jundamento».

Mas a todos sin distingos, Martín Fierro da consejo y les hace prevención:

«Los hermanos sean unidos, / Porque esa es la ley primera; / Tengan unión verdadera / en cualquier tiempo que sea, / Porque si entre ellos pelean / Los devoran los de ajuera».

Tan buen deseo requiere de esta matización: de los de ajuera que están dentro, líbreme Dios, porque de los otros de ajuera, me basto y me libro yo.

En política:

Son de ajuera y están dentro quienes ponen palos al rival en ideas y planteamientos, causando con ello al tiempo un perjuicio irreparable al bien común general.

A propósito de ello, es evidente y actual el reparto de la «túnica sagrada» y el escaso rendimiento de lo que nos va a tocar.

Aprovechen, pues, este instante y únanse para cantar aunque sea de contrapunto; pero, ¡coño!, canten juntos.

Son de ajuera y están dentro, quienes a la sociedad ofrecen profundos cambios con el pensado objetivo de que todo siga igual: amiguismo, endogamia, nepotismo, pura mediocridad... y, por encima de todo, preservar la impunidad.

De ajuera pero está dentro quien en su derredor mantiene procuras, asesorías, institutos, observatorios, lucros, sinecuras y otras mamandurrias, de coste muy oneroso y efectividad pública baldía, que van día a día en aumento en la misma proporción que hambre, paro e impuesto...

Llegado a este pasaje ya no puedo continuar. Es un grito mi garganta y mi canto es un lamento, se me afloja el encordado, el corazón desespera, el desafine en la prima y la bordona se pela.

Vengan, pues, en mi socorro Martín Fierro y el Moreno. Cruz, Viscacha y Picardía, y quien no puede faltar, el de todos «padre» Hernández, a ayudarme a terminar, pues:

«Yo he conocido cantores / Que era un gusto el escuchar; / Más no quieren opinar / Y se divierten cantando; / Pero yo canto opinando / Que es mi modo de cantar».

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