Sentir asturiano
El sentimiento asturiano es fortísimo e inextirpable, una mezcla agridulce de nostalgia terruñera, himno patriótico (ya solemne), exaltación de la bonhomía amistosa, en torno a unas botellinas de sidra o una espicha. Camín jacobeo originario. Fiestas como la Regalina, Santa Ana, el Descenso Internacional del Sella, San Timoteo, el Carbayu, La Guía en Llanes, el Carmín polesu o el vistoso Día de América en Asturias son una marea de banderas asturianas con la Cruz de la Victoria.
El asturiano suele ser expansivo e integrador de todo el mundo en celebraciones y folixeros ámbitos; se considera "el más español de todos", aunque sea de madera aldeana noble, hijo de una historia y geografía algo peculiares, respecto al resto de la España reconquistada. Producto de la cordillera Cantábrica, altos puertos de montaña y un mar de galernas y ocle. Una sociedad de antiguas caserías y santuarios marianos como La Virgen de la Cueva, El Viso, El Fresno, El Acebo, El Cébrano, el bellísimo Real Sitio de Covadonga. Hasta hace poco se podía hacer una taxonomía de tipos populares característicos de las Asturias: el madreñero, goxeiro, teyeru, tixileiro, ferreru, el pescador de Llastres o Candás, el indiano, el minero esforzado y solidario, el obrero de Ensidesa (Avilés), el estudiante. La distinción del Oviedín carbayón e irónico, del Xixón playu. Hoy Asturias es mayor y pensionista, muy plural y cualificada, dotada de redes públicas avanzadas. Y está convertida en un fiestódromo, en un plató de turismo y hostelería que congrega a cosplayers y vende reserva natural, pues masas de visitante quieren ver al mismo a Pelayo redivivo, osos y aves, disfrutar de los Picos de Europa en chanclas o bajar en kayak el Sella. Nos desindustrializamos en aras de ser una especie de parque temático verde, donde los jóvenes permanecen hasta que acaban sus estudios y tienen que marchar, con ánimo de guardar sidrina, fabes y cabrales, cual oro en paño, en sus hogares de Madrid, Berlín, Abu Dabi, Nueva York o China. Los asturianos, exagerados pero muy cordiales, guardianes de esencias, estamos viviendo de tipismos bucólicos, tras haber sido faro, contar con una relevante tradición industrial y formativa arraigada. Seguiremos siendo amigos
de la gaita, la TPA, el cachopo, el Tartiere y El Molinón. Una tierrina prestosa y de xente rumbosa. Para mí Asturias significa vida y ancestros, entre los que incluyo, con orgullo, a un bisabuelo onubense; saber lo que ye "arroxar" el forno, pasear por el Naranco o Salinas, haber sido discente en el edificio histórico de la Universidad de Oviedo. Azabache, aldea, microchip, orbayu y sol en los pumares. Una comunidad regional donde palpitan con toda su fuerza y de modo nunca excluyente unos ecos tradicionales, una sociedad preparada y ciudadana, democrática. Integradora.
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