Un locutor desacertado en Poniente
Vaya por delante mi felicitación a Gijón por haber obtenido el récord mundial de escanciado simultáneo. Muchos aspectos me parecen mejorables en cuanto a la organización de este evento, pero me fijo en uno, en el locutor/animador de tal acto, Alberto Rodríguez. Confieso que este actor/presentador me parece habitualmente un buen profesional cuando lo veo en la tele o en los teatros. Incluso me hace gracia. Pero su actuación en la playa de Poniente me pareció desacertada por falta de educación y por falta de adecuación, aunque no sé si el culpable es él -por extralimitarse- o quien, sin criterio, lo nombra. Me explico.
En un acto dirigido a un público tan diverso (el propio locutor insistía en la pluralidad de nacionalidades allí presentes y a nadie se le escapa que habría miles de foráneos españoles y extranjeros), ¿era absolutamente necesario que todo su discurso fuera en asturianu, y, además, ramplón? Supongamos que sí, que por eso de hacer "asturianía" (mal entendida a mi juicio) se considerara esencial hablar en asturianu a toda aquella asamblea tan heterogénea. Pero, ¿de verdad que la llingua, para conectar con el auditorio "asturianista", tiene que recurrir a ese registro tan plagado de expresiones vulgares y malsonantes (reiteración de hostia, joder, cojones y un largo etcétera)? Si el bable pretende ser una lengua de comunicación, ¿la vamos a utilizar en ese registro propio de chigres tercermundistas (que afortunadamente ya no existen) o en ambientes que gustan de la ordinariez? ¿Se ennoblece así nuestra llingua o resulta así, más bien, maltratada? Y, además de estas cuestiones lingüísticas, ¿no habría que pensar que, ya sea en bable o en español o en persa, la playa estaba llena, sobre todo, de familias con niños? Nadie se santigua ya ni se turba por un taco o una expresión soez en un momento dado, al menos yo no. Pero ¿de verdad era necesario ensañarse en ese tipo de lenguaje vulgar? Cualquiera de mis alumnos sabe que un discurso debe adecuarse (cuidar el código, el tono, el contexto...) al tipo de auditorio al que se dirige. Pues bien, en mi opinión, el presentador de este evento no estuvo acertado ni en hablar unilateralmente en bable, ni en escoger ese nivel de lenguaje (el lenguaje coloquial no tiene por qué ser zafio, ni basto, ni grosero), ni en ignorar olímpicamente la presencia masiva de familias con niños. Alberto Rodríguez, por otro lado, locutor dicharachero y simpático, erró (lo cual es muy humano), pero lo que a mí me preocupa como ciudadano de Gijón es si alguna autoridad municipal tomará nota de estas consideraciones para recapacitar y, en lo posible, mejorar. Algunos, espero que muchos, se lo agradeceríamos.
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