Sin nada, pero felices
A los que sois jóvenes deciros que existieron unas generaciones que vivían muy felices sin móviles, sin teléfono en casa, sin coche propio, sin televisión, sin internet, sin ordenador, sin...
¿Serían capaces ustedes de prescindir de todo eso?
Les dejamos un mundo peor, aunque no lo crean. Ya no disponen de tiempo para relacionarse personalmente con la comunidad, con la vecindad; para hablarse se mandan wasaps y para verse lo hacen por Tiktok.
Se perdió la sociabilidad, la afabilidad, la empatía, el compromiso con el entorno, con la familia y los amigos, todo es muy robotizado y frío.
Nos hicimos reos de la tecnología, mandan las pantallas, sobran las caras, la sonrisa, el diálogo, los encuentros personales, las visitas... Las relaciones se pierden. Solo queda el individuo y su trastorno sociológico.
Ya no hay tiempo para las conversaciones entre padres e hijos, con los abuelos, con los vecinos... Eso no se lleva, se lleva la destrucción de la sociedad como ente de convivencia social.
Los jóvenes no leen periódicos, no ven noticieros, conforman un mundo paralelo a las cosas cotidianas, ajenos a la realidad, viven en un mundo yupi. Así les va a la hora de coger las riendas de las responsabilidades, les falta madurez, compostura, personalidad, esfuerzo, compromiso... Lo que cosechamos es lo que merecemos. Mucha comodidad les dimos, los educamos sin esfuerzo, sin disciplina... No es su culpa, es nuestra culpa. Ellos y sus hijos serán más infelices que lo fuimos nosotros, no teníamos nada, pero nos sobraba imaginación, ilusión y emprendimiento.
Vamos para atrás.
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