Los seres humanos requieren crianza y educación
Casi no me creo lo que leo en la prensa: “La DGA expulsará a los alumnos en residencias juveniles, que se droguen o hagan novatadas, etc.”. No he querido buscar las estadísticas de la cantidad de jóvenes que no solo malogran su vida, sino que acaban siendo un peligro social. Hasta un fumador es un peligro social, o cualquier clase de drogata, velocista sin escrúpulos en coche, moto o patinete, okupas, vagos que viven de los impuestos de otros, “quemacontenedores”, “pintafachadas”, violador por su cuenta o en manada, maltratador, etc, etc.
Por qué no nos preguntamos si habíamos visto tanto desmadre en las generaciones pasadas. Claro, cuando te quejabas a tu padre de haber recibido una torta del profesor, tu padre te daba otra, ahora pobre del maestro que riña un poco al niño. Los seres humanos, a diferencia de los animales, son criaturas dependientes de crianza y educación. Cuando la crianza es escasa y la educación mínima, o no aporta valores morales, el resultado es más cercano al instinto animal que a la conciencia humana. Hasta parece que ese el resultado que se pretende, por ejemplo con la ley del aborto. Se promueve la libertad sexual al adolescente y si hay un embarazo, que se desprendan de esa vida humana sin compasión.
La conciencia es lo que realmente nos diferencia de los animales, pero hay que educarla, y no de cualquier manera o según la corriente general. Todos somos capaces de observar el camino que le gusta al cuerpo, el del menor esfuerzo, el del placer injusto, robado a costa del malestar o el sufrimiento de otros... y a veces, incluso de la vida de otros, pero si hay prisa, si no hay tiempo, los jóvenes quedan atrapados en el yoísmo, ese camino sin disciplina, sin metas ni valores, que conduce al fracaso.
Cuando sacrificamos el tiempo necesario, cuando sufrimos al tener que sostener una ley moral con disciplina, con esfuerzo, con propósito loable, cuando nos aseguramos de buscar, encontrar y enseñar los altos valores humanos, la vida entonces nos recompensa, y un día alguien que no es de tu familia ni de tu círculo de amigos te dice: “Tienes unos hijos maravillosos... qué suerte has tenido”. ¿Suerte? “No os engañéis: nadie puede burlarse de Dios. Porque lo que uno esté sembrando es lo que cosechará” (Gálatas 6:7).
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