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Covadonga, un consabido

10 de Septiembre del 2022 - Julio L. Bueno de las Heras (Oviedo)

De un tiempo a esta parte resulta tan previsible como traviesamente divertido y gratificante leer, en LNE de los 9 de septiembre, la reseña de los actos celebrados el día anterior con motivo de la festividad por antonomasia de la que es nuestra patria chica por nacencia o pacencia (que también decía el inolvidable Alarcos). A mí, particularmente, préstame por la vida constatar que hay una nueva edición del varapalo que el Sr. Arzobispo dedica anualmente a la cruda actualidad de este ruinoso y desnortado país, ejerciendo como él –y como pocos como él saben– tan comprometido ministerio y las competencias doctrinales que a él corresponden, con mano dura y guante a juego. Y comprobar también cómo ello suscita la respuesta –por ahora diferida, algún día in situ (todo llegará)– de alguna autoridad, también con competencias delimitadas pero ínfulas expansivas. Una autoridad con querencia por deplorar y anatematizar toda rebelión contra el pensamiento único y toda indisciplina contra el tenaz y progresivo asalto sistémico de las nuevas religiones cabalgando democracias. Es una escenificación más, por ahora incruenta, de una batalla coyunturalmente perdida entre evangelios y agendas en el antes ilusoriamente denominado Occidente cristiano.

Si se considera que un ministro de una Iglesia –particularmente de la Católica–, en escrupuloso ejercicio de sus funciones, no puede defender sus legítimas convicciones ni en la casa de su Dios, y que, para no herir sensibilidades de los presentes, debe ser cómodo para el poder, blandito, contemporizador y pastelero como algunos, o dejar entrever pelo de la dehesa montanera como otros, es que no se puede ocultar la visceral envidia que se siente por el modelo Kirill I o la subconsciente añoranza de lo que las sedicentes “memorias democráticas” denigran como connivencias propias de teocracias o de dictaduras (de dictaduras, claro está, del color que no gusta). Si se considera que en Covadonga –primero, por ser políticamente incorrecto– se debe pasar de puntillas por la raíz histórica del evento y, además, se debe secuestrar a la Santina para convertirla en un muñeco de peluche o en una marioneta falando con María de Cleofás y otras santas mujeres acerca de las bondades del aborto en la comunidad autónoma de Galilea o de la eutanasia como respiro liberador de la más añeja casta farisea, es que estamos perdiendo el oremus y el disceremus.

Señores políticos, si –como casi siempre– les molesta lo que se dice en las basílicas, no acudan a ellas con sus catecismos, bulas de infalibilidad, pompas y vanidades, no las contaminen ni traten de hacer pasar por sus aros al santoral y a sus vicarios. Celebren sus eventos festivo-políticos en chigres, en las casas del pueblo o en carpas adhoquizadas, al aire libre, sin huella de carbono por cera e incienso. Si quieren acceder a escenarios independientes o, por ahora, comprometidos con otros dogmas, aténganse a las consecuencias, a oír y a que otros oigan lo que a ustedes no les gusta, porque eso es también democracia.

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