Nos estamos acostumbrando a recurrentes recesiones económicas
Recesión, inflación, burbuja, deuda, déficit, estanflación... No son circunstancias que ocurren cíclicamente por castigo divino, nos estamos acostumbrando a ellas, hasta creemos que tienen que venir para regular el mercado, ese “vivir por encima de nuestras posibilidades”, ¿quién vive así, por encima de lo que merece? Eso es, los mismos que debieran evitar las penurias de estas crisis: los políticos. Son recurrentes estos contratiempos económicos, sociales y laborales por la poca exigencia que prestamos a nuestros políticos, cualquiera vale. Ellos son los causantes de las crisis por dejadez e ineptitud, nosotros por dejar que innecesarias e innecesarios gestionen nuestro bienestar.
Ellos se reparten el pastel del poder político, ellos se eligen por cremalleras y cuotas, ellos colocan amiguetes y ellos son los causantes de las diferentes formas de empobrecer y hacer retroceder a las familias y empresas. Todo por aceptar cargos para los que no están capacitados.
La política no puede ser un lugar donde quepa cualquiera, donde se pongan en valor reivindicaciones que para la empresa privada serían la ruina. Hay que empezar a exigir preparación, experiencia, capacidad y personalidad para ocupar cargos de tanta responsabilidad, dejarse de prejuicios y ocurrencias de género y edad. Solo las y los más idóneos deben estar. Lo contrario es lo que ocurre, dispendio de mediocridad en vez de meritocracia.
Meritocracia según la RAE: “Sistema de gobierno en que los puestos de responsabilidad se adjudican en función de los méritos personales”.
Las normas que no se puedan aplicar en la empresa privada, por nefastas para la buena marcha del negocio, tampoco deberían servir para lo público. Pero no, aquí, en lo público, se aplican y ponen en marcha (las ocurrencias que en sí llevan plasmado el desastre real), son ocurrencias que aceptamos de los y las mediocres, estos y estas marcan las pautas, nos convencen que la igualdad está por encima del mérito personal, que hay que ir introduciendo en cargos importantes a las personas por sexo, sin valorar el seso. ¡Fíjense bien! Cuando hay que colar a alguien por su sexo, ¿no estamos en sí aceptando que de seso va cortita?
Por eso, dejemos de mentirnos a nosotros mismos, la única igualdad obligada debiera ser la de mismas oportunidades, mismos derechos y mismo respeto. Lo demás, se alcanza por mérito personal, no por cremalleras y cuotas. No nos engañemos más, igualar con cuotas es bajar el nivel de exigencia.
¡Fíjense! El ministerio de igualdad está repleto de niñatas sin haber dado palo al agua en su vida ¿qué esperaban? Así estamos.
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