Por supuesto que son especiales
Vivir los 365 días del año con una persona con diversidad funcional no es fácil ni muchos menos, pero, a la vez, es maravilloso. El cariño que le puedes coger, sea o no de tu familia, amigo o conocido, es admirable.
Hace unos meses mi hermano, con motivo del final de curso, tuvo una cena con todos sus compañeros y profesores, y ver cómo todos esos chicos iban corriendo a abrazarse, aun cuando hacía pocas horas que habían estado juntos en el cole, fue muy gratificante presenciarlo porque me di cuenta de lo que esos profesores los quieren, protegen y se desviven por ellos.
El día que supe lo que tenía mi hermano, no fue fácil de asimilar, lloré, no entendía el porqué y por qué a él. Pero, con el paso de los años, me di cuenta de que vivir junto a él es un sueño. Cuando era pequeñín le enseñábamos muchas cosas para poder llegar a ser el hombre que es hoy; el camino no fue fácil, pero ahora es lo contrario: nos enseña él a nosotros.
Son niños especiales, transmiten alegría, te hacen sonreír con cada palabra que dicen, te enamoras de ellos desde el primer minuto, cuando te ven te llenan de besos, abrazos... A veces, también te ponen al límite, pero sacas fuerzas de donde sea para poder seguir luchando, porque se merecen ser felices, a pesar de las dificultades que se encuentran en el camino.
En resumen... ¡estar al lado de ellos es el mayor regalo que te puede dar la vida!
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