La Vega: el bosque como solución
Creo que fue Woody Allen quien dijo, una de las veces en que visitó Oviedo, que esta era una ciudad de cuento de hadas. Le sería más difícil decirlo ahora: un Campo de San Francisco deteriorado, sobre todo en cuanto a la contaminación acústica, unas aceras que van siendo invadidas por las terrazas, una ciudad perpetuamente en obras...
Se tiene ahora una oportunidad única para hacer algo en la antigua Fábrica de Armas de la Vega que redunde en beneficio de todos los habitantes. Creo que la solución óptima sería convertir esa zona en un parque con unas características que lo convertirían en algo único: un bosque frondoso sin caminos asfaltados ni bares, y en el que los pocos trabajos de mantenimiento necesarios se harían a mano. Solo se oiría el canto de los pájaros y el rumor del viento en los árboles. Los botánicos y los paisajistas decidirían qué especies incluir. Los expertos en patrimonio y los arquitectos se pronunciarían sobre si conviene respetar algunos de los edificios existentes; los arqueólogos, sobre cómo conservar los restos arqueológicos de interés que pueda haber en el subsuelo. Si se decidiese conservar algunos edificios, estarían rodeados y arropados por el bosque. Oviedo sería quizá la primera ciudad europea en tener una joya así en plena ciudad.
En otros países se habla mucho de los "baños de bosque". Los médicos y los psicólogos los recomiendan. Pero no todo el mundo puede trasladarse a un sitio donde tenga garantizados el contacto con la naturaleza y el silencio, o ir a menudo. Me atrevo a asegurar que, al cabo de un tiempo de tener este bosque en Oviedo, las enfermedades mentales que actualmente abundan -ansiedad, depresión, adicciones...- disminuirían. En estos tiempos de exigencias de inmediatez, y si los árboles allí plantados no fuesen ejemplares ya crecidos, los ovetenses tendrían la oportunidad de asistir con ilusionada paciencia al crecimiento del bosque, una especie de hijo de todos. Y sería una solución más sencilla y más barata, tanto en su creación como en su mantenimiento, que las soluciones que se están urdiendo.
La cuestión es si se quiere hacer más de lo mismo u otra cosa nueva y original. Más de lo mismo: cemento, metal, cristal, el modelo desarrollista del siglo pasado, un poquito de verde para disimular, atracciones turísticas, un rascacielos que sería un pegote en una ciudad aún hermosa porque no tiene demasiados edificios altos; por no hablar del disparate de construir algo así cerca de San Julián de los Prados. En Oviedo hay unos veinte mil pisos vacíos. ¿Hay que construir más en una ciudad con la población estabilizada? Hacer algo nuevo y original pasa por la sabiduría de una cierta contención. La cuestión es si se quiere hacer algo que beneficie económicamente a unos cuantos o que resulte benéfico de muchas maneras y para todos a corto, medio y largo plazo; acumular más ladrillo para acabar convirtiendo a Oviedo en una ciudad infernal -otras ya lo son- o darle un empujón valiente para acercarla a la ciudad de cuento de hadas.
Gema Vives
Oviedo
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