¿Y si es tu madre?
Mi madre tiene 87 años y una salud muy envidiable para el resto de su nivel en la pirámide. De su amiga no se sabe la edad, porque no la quiere decir y porque seguro que no la aparenta. La salud igual o mejor. Imaginaros la cantidad de ratos felices que ellas han disfrutado en todos estos años. La cantidad de guisos que han tenido que hacer, seguro que para cientos de personas, que los habrán degustado con gran placer. Guisos, rosquillas, croquetas, arroces, flanes, albóndigas, patatas guisadas, lentejas, fabes, rellenos, sopas, merluza en salsa, mejillones a la vinagreta, tortillas de patatas, de las otras, arroces con leche, dulces, callos, riñones encebollados, manitas de cerdo, rollos de bonito, arroz a lo pobre, tarta de coco, canelones, bacalao en salsa, etc., infinitos. Esta riestra es solo la de mi madre, la de su amiga seguro que igual o mayor.
Han repartido cantidad de felicidad entre sus seres queridos y los cercanos. Noches en vela con sus hijos, momentos de diversión y también difíciles, seguro.
Ahora, en el momento álgido de su vida, se encuentran solas; bueno, solas no, sus hijos y seres queridos estamos ahí totalmente pendientes, con necesidad de seguir disfrutándolas y corremos a cualquier llamada de petición de auxilio, por pequeño que sea, para intentar devolver una pizca de lo que siempre han dado y siguen dando.
Yo, después de regresar a la tierra que me vio nacer tras casi veinte años fuera, empiezo a disfrutar, ahora sí, constantemente, de esa madre que tanto entregó y entrega, tanto con su sola presencia como con todo lo demás. También de su querida amiga que le hace tanta compañía en ausencia de los compañeros que ya no están.
Ahora bien, en los ratos que he compartido con mi madre y también con su amiga, que no han sido pocos, en gran parte de ellos detecto que en su sitio habitual de reunión, un parque público de Oviedo, están en peligro. En peligro porque comparten espacio público con niños y adolescentes. Hasta aquí todo normal. Todos tienen derecho a disfrutarlo y así debe ser. Ahora bien, lo que no está bien, es la altura de la valla que separa ambos disfrutes. Es de una altura que provoca que ambos grupos se relacionen y de una manera poco deseable. Ya van varias veces que in situ veo peligrar la integridad de estas madres ya octogenarias y sus contemporáneas por balonazos perdidos. Alguno he conseguido parar in extremis.
Las consecuencias habrían sido probablemente fatales, si bien, no en el acto, seguro que a corto.
Ante tal situación me dirijo al Ayuntamiento, mediante escrito y telefónicamente para explicar el caso y rogar que se solucione.
Ni respuesta, ni acción ninguna.
¿Cuánto perdería ella si les restamos unos cuantos años? ¿Cuánto perderíamos sus seres queridos y conocidos?
Solo en cariño, risas, disfrute... guisos, ¡invalorable!
A los receptores del escrito, la llamada y sus responsables. A quien quiera leer y entender.
... ¿Y si fuera tu madre?
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