Con Yolanda hemos topado, amigo Sánchez
-"Con la iglesia hemos dado, Sancho", le dice don Quijote al escudero; frase escueta que «no tiene segunda intención y solo quiere significar lo que dice» (Riquer): que al entrar en el Toboso, buscando el palacio de Dulcinea, se dan de bruces con la iglesia parroquial. La picardía popular enmendó el inocente enunciado dejándolo cargado para siempre de segundas intenciones: -"Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho".
El verbo topar asume en esa locución la primera acepción que le asigna el DLE: "Chocar una cosa con otra". El Gobierno, en cambio, se ha puesto a topar a troche y moche en un sentido (poner tope o limitar) que no encaja en ninguno de los doce que le asigna la Academia. Quieren "topar" el precio de la luz, del gas, los beneficios bancarios, las hipotecas... Lo único a lo que no parecen poner tope es a la insolvencia de Núñez Feijóo; una insolvencia que, curiosamente, no percibe la absoluta mayoría de los gallegos.
Pero el colmo del topar lo alcanza Yolanda Díaz con su cesta de la compra, una canasta surtida generosamente de las más variadas vituallas, en la que el hambriento ciudadano se podrá topar hasta con una latita de altramuces en conserva Conde Lucanor. Aunque vistos los antecedentes (las canastas de racionamiento cubanas, venezolanas, nicaragüenses... tan baratas como desesperadamente vacías), más de un español se habrá puesto a rezar: "Si es posible, Señor, que pase de mi esta cesta". Con la manía de topar, se diría que el Gobierno se ha hecho cargo de las rebajas de temporada. Pero combatir la inflación limitando los precios, ¿no equivale a controlar la fiebre bajando el termómetro?
Yolanda fue para Sánchez un premio de consolación tras la arrasante debacle de las elecciones madrileñas. Ella lo alivió a la vez de la pesadilla de Ayuso y del plomo de Pablo. Ahora ilumina la escena política como un anuncio luminoso, desplegando un carrusel de guiños, carantoñas, besiños, roces leves y aleves toqueteos. A las de Unidas Podemos, desde que el macho alfa se perdió en la floresta, se las ve desorientadas, como una congregación femenina sin capellán. Mientras Yolanda mariposea promocionando su canasta ecológica de saldo, Sánchez se pavonea en la tele como el león de la Metro; con esta diferencia, que el león ruge, Sánchez ríe. Ríe con esa risa floja que no lo abandona desde el día que Adriana Lastra dimitió "por motivos personales".
"A mí, que trato con dirigentes europeos, me parece que hay mucha casquería en la política nacional", le confía Sánchez a Fortes en la entrevista-spa del pasado martes ("¡Que se besen, que se besen!"). Casquería: Tomás Gómez, Juan Segovia, Gabilondo, Simancas, Madina, Carmona, Susana Díaz, Carmen Calvo, Iván Redondo, Ábalos... Un reguero de juguetes rotos jalona la irresistible ascensión del Fraudillo invicto. Y llegados hasta aquí, aquí queda una pregunta al Presidente: -¿Cuánto se tardaría en desalojar la Mareta o las Marismillas si fueran ocupadas en vísperas de sus vacaciones regias?
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