Agua va
El entierro interminable de la reina de Inglaterra sepultó en el olvido las noticias que agitaban la opinión hace apenas quince días. Quién se acuerda del atentado fallido contra Cristina F. de Kirchner. De poco sirvió que La Sexta sacase a Baltasar Garzón del cálido lecho y lo trajese al estudio de "La Sexta Noche" para ilustrar a la audiencia, como experto en la materia, sobre el universo en general, sobre Argentina en particular y sobre Cristina de Kirchner en singular. Muy en singular. Merece la pena recuperar del contenedor del olvido algunos fragmentos de aquella memorable disertación.
Para un justicialismo irredento de aquende y allende el Atlántico, BG sigue siendo el juez fetiche al que escuchan como un oráculo. De "señor juez" le trataba la cadena, ignorando que fue inhabilitado y expulsado de la carrera judicial por sentencia unánime del Supremo. En la entrevista no defraudó a su parroquia: emitió mensajes monocordes con esa voz suya cascada que recuerda las sicofonías de las películas de terror, que uno no sabe si reír o temblar.
Decir, dijo lo consabido: el atentado contra Cristina era fruto del odio atizado por los medios y los jueces reaccionarios al servicio de intereses poderosos y ocultos (a lo mejor les suena). Lamentable que el odio crezca y se encrespe, pero habrá que felicitarse de que sea tan chapucero en sus letales designios: un disparo sin bala y una Cristina que siguió firmando autógrafos sin enterarse. El justicialismo de aquende es más sofisticado, manda las balas por correo (aunque luego no se expliquen cómo, yendo en sobre, le salen a Iglesias por la culata).
Dejemos de lado el presunto romance de Garzón con la Kirchner (para eso no estaba inhabilitado); lo que no se puede dejar de lado es que desde 2012 fue asesor, con sueldo y rango de subsecretario de Estado, del Gobierno presidido por Cristina hasta su caída y sustitución por Mario Macri en 2015. Eso convierte a Garzón en juez y parte en todo lo relacionado con los Kirchner; su testimonio está irremediablemente contaminado de parcialidad en cualquiera de sus formas (connivencia, complicidad, colusión...). Al omitir esa circunstancia, la cadena deja que la audiencia se abreve en un desagüe que le presenta como fuente; le da gato por liebre. En el pasado, antes de lanzar aguas fecales a la calle, se avisaba a los viandantes con el grito de "¡Agua va!".
¿Habrá perdido el periodismo la memoria a largo plazo? "Nadie se acuerda ya del atentado del Observatorio", se lamentaba Vargas Llosa en un demoledor artículo del 95, "El fin de la impostura", publicado en "El País". Se refería al falso atentado del 59 con que un Mitterrand en horas bajas intentó reanimar su popularidad. No parece difícil percibir analogías entre aquel atentado de París y este de Buenos Aires. En este episodio confuso, el Papa Francisco le expresó "su cercanía" a la vicepresidenta F. de Kirchner. Gesto muy en línea con la imitación de Cristo, crucificado entre dos ladrones (en no menos de mil millones calcula el fiscal Luciani el "ERE" de los Kirchner).
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