Separaciones civilizadas entre personas inteligentes
Un mal acuerdo es mejor que una buena resolución judicial.
Pediría a todas las parejas que se separen que, aunque quizás al principio duela, dejen enfriar un par de meses para llamarse (uno tiene que tomar la iniciativa y el otro ceder si no es un zote) para solucionar los temas comunes: bienes, deudas, hipotecas, gastos, manutención, compensaciones, desajustes económicos... Pero, sobre todo, hijos.
En el momento en que entren por el medio abogados, jueces y asesores morales es el principio del fin de una familia desestructurada y rota en todo, se repartirán miserias y las ganancias se las lleva la “justicia”, los hijos no deben ser moneda de cambio, ambos padres deben interpretar que, aunque la relación entre ambos no tenga solución, lo peor que puede ocurrirles a los hijos son disputas con ellos por el medio. Entrará de lleno el síndrome de alienación parental, que es una forma de maltrato infantil. Por amor de Dios, dejen odios y rencores, solo traen desgracias, desencuentros y ruina mutua. ¿Están dispuestos a pasar toda la vida siendo reos de su rencor y odio?
Sepan personarse, no para retomar la relación, más por ser civilizados y arrancar de nosotros ese daño que nos corroe día y noche. Nadie merece estar preso de odios, venganzas y rencores.
Cedan a ese orgullo destructor.
Una llamada para entenderse, para solucionar todo sin abogados por el medio (que lo único que les mueve es su bolsillo y harán interminables las querellas, disputas, recursos, acusaciones... rompiendo toda posibilidad de entendimiento racional), deben salir de ese bucle nocivo, por bien de su salud, de la economía, de la familia y, por supuesto, de los hijos.
En un juicio el único que no pierde es el abogado.
En un acuerdo mutuo ganan todos.
¡Recapacitennnnnnn!
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