Macron sin abundancia
Que el líder de la quinta economía del mundo, sin dar más explicaciones, diga a sus compatriotas que es el "fin de la abundancia" es para echarse a temblar.
¿A qué abundancia se refiere? En Francia sus ciudadanos antes de hacer un gasto de cualquier índole se informan para buscar la subvención correspondiente. "Está to pagao".
Contrariamente a lo que se piensa, la presión fiscal no es mayor que en España. Van por libre, han hecho oídos sordos a las leyes anticompetencia europeas y el Estado participa en las grandes compañías sin rubor.
¡La grandeur!
Puede tratarse de un comentario cagalera que anticipa huelgas en otoño, protestas sindicales o más chalecos amarillos en las carreteras francesas y sindicatos en las calles. Con o sin almilla, pero será la misma realidad guerrera en toda Europa.
Ahora bien, si lo que ha dicho Macron es más profundo y verdaderamente el macrobenefactor Estado francés puede pasar apuros debería ser menos "dermatólogo" y empezar a explicar qué soluciones urgentes tiene previsto aplicar.
Puede ser que ni las propias autoridades francesas se atrevan a decirles a sus ciudadanos la verdad. Hay un cambio de paradigma y la vieja Europa, el fin de "los flaneurs".
Los ingresos, ni en una vigorosa economía imperial y socialista como la vecina, son superiores a la gran carga estatal de gastos.
Sean bienvenidos al mundo deudor los que ahora ya no podrán pensar, como pensaban, que África empieza después de los Pirineos.
Ya sabemos que las protestas en Francia son en serio, muertos, fuego en las ciudades y todo el mundo refugiado en casa esperando a que pase la tormenta.
En las manifas de hace cuatro años, las imágenes de los comerciantes, que son gente pragmática, cubriendo los escaparates con paneles de madera antes de las manifestaciones, expresaban la violencia de algunos y el fracaso de un Gobierno incapaz de defender la propiedad privada. Eso sí, con una cuidada imagen de potencia mundial con los blindados inoperantes en las calles.
¿Qué hizo Macron en 2019?
Nada. Retirar los impuestos alcistas planteados de los carburantes, de las cotizaciones de los jubilados y subir para enmudecer las protestas cien euros al mes a los trabajadores que ganaban el salario mínimo. Un dato, este último, para copiar gobernantes de derechas españoles "sin que les costase un euro a los empleadores". Las alzas de Macron se quedaron tan solo en sus zapatos.
Sin embargo, el presidente se opuso rotundamente al restablecimiento del impuesto de solidaridad de la fortuna (ISF), una de las principales reivindicaciones de los alborotadores.
¡Cuán interesantes deben ser las razones de esta decisión!
Si vuelven los "gilets jaunes" a las calles "mete miedo por la cabeza", como dicen en Asturias, debe estar rumiando el otrora valiente Emmanuel.
La segunda razón puede ser que advierte a sus compatriotas del cambio de patrón económico y social. Crisis energética de difícil solución a medio plazo, fin del dinosaurio estatal repleto de ayudas y subvenciones para todos y para todo, endeudamiento, inflación y falta de competitividad de las empresas estatales y privadas debido a la deslocalización y la competencia atroz asiática, etcétera.
El fin de la Francia acomodada, lenta y subvencionada.
Acabó diciendo para asustar más al personal "que la guerra de Ucrania ha traído el fin de la despreocupación". Este último debe ser un comentario autobiográfico.
En una cena de empresa a la que asistí en un restaurante tan repleto de gente como sabroso, en la época del puzle del ladrillo, cuando éramos ricos, nos quedamos sin vino. Los camareros estaban muy ocupados. Alguien levantando la botella vacía desde una esquina de la mesa comenzó a gritar: ¡Que no le hay! ¡Que no le hay!
¡Mandamases, decidnos la verdad!
¡Que no le hay! ¡Que no le hay!
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