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Italia, porca miseria

23 de Septiembre del 2022 - Marcelo Noboa Fiallo (GIJÓN)

En el año 2012, siendo presidente del Consejo de Ministros de Italia Mario Monti, quien, a su vez, sustituía a Silvio Berlusconi, se iniciaba por esas fechas la temporada operística con uno de los acontecimientos más rompedores con los usos y costumbres del "bel canto", en uno de los templos operísticos de Europa, la Scala de Milán.

La segunda de las tres grandes óperas compuestas por Mozart, "Don Giovanni", inauguró la temporada. Dirigida magistralmente por Daniel Barenboim, con un elenco interpretativo de lujo, con Peter Mattei (Don Giovanni) y Anna Netrebko (Doña Anna).

Lo que más sorprendió fue la puesta en escena del director canadiense Robert Carsen. Tuvo que ser un director no italiano quien pusiera frente al espejo a la sociedad italiana y sus miserias. Esa sociedad italiana que permitió durante 16 años que el mundo contemplara asombrado cómo la Italia de Pasolini, Fellini, Miguel Ángel, Leonardo, Puccini, Verdi, Umberto Eco... la Italia de Dante Alighieri, Petrarca, Bocaccio, Calvini, Maquiavelo... sucumbía a los "valores morales" y a la zafiedad del berlusconismo.

El genial juego de espejos que permite involucrar al público consiguió también meter en escena a la sociedad italiana en su conjunto, incluido el mismísimo presidente de la República, Giorgio Napolitano, y al primer ministro, Mario Monti, espectadores y conocedores del abuso de poder, del despilfarro, de la orgía perpetua, de la inmoralidad como regla de conducta que representaba Don Giovanni (Berlusconi) mientras gran parte de la sociedad italiana se movía entre la inseguridad y la mezquindad.

La aparición del espíritu del Comendador (asesinado por Don Giovanni) en el palco de autoridades, entre el presidente de la República y su primer ministro, apelando al arrepentimiento del gran manipulador, que mantiene a todos bailando a su ritmo como si fueran marionetas, fue, probablemente, la mejor aportación de Robert Carsen a la denuncia de la complicidad del pueblo italiano con Berlusconi, aprovechando los elementos dramáticos de este "dramma giocoso" del gran Mozart.

Diez años más tarde Italia vuelve con sus fantasmas (en realidad nunca se han ido). Ya no es Don Giovanni (Berlusconi embalsamado) sino la representación más dura del neofascismo, Fratelli d'Italia, con su lideresa, Giorgia Meloni, que oscurecerá a Mateo Salvini, porque los italianos, a diferencia de los alemanes, no ajustaron cuentas con su Historia, nunca asumieron que habían sido fascistas. Eso lo sabe Meloni. Por eso, sin ningún rubor, asume los símbolos fascistas (la llama tricolor fascista, el lema favorito de Mussolini, "Dios, patria, familia"...).

Por el norte (Suecia), por el sur (Italia) y por el Este (Hungría), son los caballos de Troya del sátrapa del Kremlin. La Unión Europa vive sus peores momentos. La UE necesita un rearme y un cambio en las reglas de juego de sus estados miembros si quiere sobrevivir. El primero de ellos es la eliminación del criterio de unanimidad para sacar adelante los proyectos, ya que ello se ha convertido en un cuello de botella o un tapón para avanzar. Este tema es similar a lo que ocurre en ONU, que nació con un pecado original. El derecho a veto en el Consejo de Seguridad de cualquiera de los cinco miembros que lo taponan todo.

Todos los pronósticos apuntan a que este domingo triunfará la extrema derecha de Giorgia Meloni, quien, junto a la "momia" de Berlusconi y la Liga Norte, iniciará el camino hacia la Italia en blanco y negro, salvo milagro de última hora. El milagro, de ocurrir, llegaría de un puñado de votos. Se salvaría la sociedad italiana en la tanda de penaltis, pero el veneno seguiría ahí, en el tejido social. Porca miseria.

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