Ahora Italia
Tras Polonia y Hungría, tras el brexit, tras perder Macron la mayoría en la Asamblea Nacional y tras Suecia, ahora la ultraderecha se ha hecho con el poder en Italia, estaba cantado y los que sigan a este humilde francotirador del teclado saben perfectamente que ya habíamos dicho que esto sucedería. Dos son las claves de lo que ha pasado, los graves errores de la izquierda, que ha tomado como eje central de sus políticas la defensa de las minorías y de la inmigración irregular, es decir, la "Agenda 2030" y las directrices de la Comisión Europea y de personajes y entidades supranacionales, de poderes no democráticos, y la gran abstención, casi un 9% más que en las anteriores elecciones, pues muchos votantes de izquierda, a pesar de los continuos llamamientos a la movilización para parar a los neofacistas, se han quedado en casa. La gente en Italia, como en otras partes, está harta de las chorradas de la izquierda, de su defensa de la inmigración ilegal, que en Italia, como en algunas zonas de España, como en Francia, como en Suecia y como en todos los países que no se la han tomado en serio, ha generado problemas muy graves, y está harta de que se defienda más a los delincuentes que a las víctimas y de que se quiera cambiar la cultura tradicional por unos nuevos principios que no comparte la mayoría de la población. Si a esto añadimos que mucha gente de izquierda está en contra de enviar armas a Ucrania y de las sanciones a Rusia y de que todo esto se produce en un caldo de cultivo de fuerte deterioro económico-social, tenemos la tormenta perfecta. Los italianos que no han ido a votar son precisamente los más ideologizados de la izquierda, los que más irritados están por la deriva de sus partidos y los que han decidido vengarse y que salga el Sol por Antequera. Atentos, porque lo mismo puede pasar en España. Si Ada Colau piensa que va a seguir siendo alcaldesa de Barcelona después de haber logrado el hito de convertir la ciudad en una de las más inseguras de España, después de defender la inmigración irregular y las okupaciones y después de fotografiarse, con sonrisa de oreja a oreja, con el alcalde de Kiev, el mismo que tiene también encantadoras fotografías entregando trofeos a los nazis del Batallón Azov, es que Colau es muy optimista. Encantadora la nueva propuesta del PSOE de desalojar a los okupas en 48 horas, solo unos días después de que abogados y medios afines dijeran que la okupación en España es prácticamente inexistente. En algunas zonas sí, pero en otras no. La izquierda está perdida, se lo ha ganado a pulso y está empeñada en suicidarse. El cáncer ideológico y las servidumbres han producido ya metástasis.
Giorgia Meloni es una fascista, su partido, Fratelli d'Italia, fue creado en 2012, pero tiene sus raíces en el movimiento neofascista italiano heredero de muchas de las ideas y de los métodos de Mussolini. Su discurso y sus modos son tan de ultraderecha que cuando la trajo Vox a España asustó hasta a las huestes de Abascal con su dialéctica. Como yo vi y escuché todo su discurso puedo asegurar que daba miedo. Pero, tranquilos, aquiétense criaturas, Meloni será la primera ministra escoltada por Berlusconi y por Salvini, pero muy pocas cosas van a cambiar en Italia, ni en política exterior ni en política económica. El nuevo Gobierno italiano seguirá a las órdenes de Bruselas y de la OTAN, seguirá enviando armas a Ucrania, seguirá con las sanciones a Rusia y el pueblo italiano seguirá pasándolo mal. Eso sí, las leyes de género, el colectivo LGTBI y los inmigrantes irregulares van a tener un problema. Yo ya advertí, cuando se pasaron de revoluciones, que la marea estaba alta, pero que ¡cuidado! traía resaca. Tan seguro estoy de lo que digo y de que va a pasar exactamente eso como de que si hubiera la más mínima posibilidad de que las cosas fueran en otra dirección, esos "demócratas" que lideran el mundo habrían dado ya en Italia un golpe de Estado, exactamente igual que cuando secuestraron y asesinaron a Aldo Moro de once balazos.
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