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Abrazo colombo-venezolano

28 de Septiembre del 2022 - Javier Orozco Peñaranda (Gijón)

Que dos hermanas dejen de amenazarse, se abran la puerta y vuelvan a hablar es digno de celebración. Es un problema menos en este mundo convulso, aunque al matón del barrio (que las quería ver a tiros) le cambien los planes.

Colombia y Venezuela, con una larga historia en común, restablecen relaciones diplomáticas y abren desde el lunes 26 de septiembre la frontera de más de 2.300 kilómetros, cerrada desde hace tres años, cuando el Gobierno de Iván Duque (con el libreto de Donald Trump) profetizó que "a la dictadura de Venezuela le quedan muy pocas horas" y al reconocer la ridícula "presidencia interina" de Juan Guaidó.

En el colmo de su culiprontismo insensato Duque estaba dispuesto a prestar al Ejército colombiano para que los gringos invadieran de manera indirecta Venezuela, integrando la "fuerza multinacional de estabilización para la transición", desatando una guerra regional de repercusiones mundiales.

Otro golpe fallido de los Estados Unidos pretextando democracia para meter mano y recuperar el control perdido de las reservas de gas y petróleo más grandes del mundo.

Por eso el cerco diplomático de estos años, el terrorismo económico, el ruido mediático, los sabotajes, el robo de las reservas de oro y de dinero venezolanos, el bloqueo comercial y financiero de los últimos años, y el empujar a la pelea a países hermanos.

Pero algo empieza a cambiar cuando el Gobierno de Joe Biden (tragándose sus imperiales excrecencias) se acerca al Gobierno del presidente Nicolás Maduro para que la multinacional Chevron-Texaco vuelva a operar en Venezuela.

La guerra en Ucrania los puso a buscar alternativas al gas ruso y su propio bloqueo estorba, aunque no lo levantan. Pero "Washington está vigilante" balbuceó patidifuso un pasquín mediático, invocador de las fuerzas del cielo y del averno contra el "castrochavismo".

Lo advierte como si alguien dudara en este mundo de la información de los desvelos desinteresados del gendarme universal, cuyo esforzado brazo cuida la seguridad y el bienestar de la humanidad.

Mientras tanto nuestra Colombia, endeudada y en la inopia por las privatizaciones y el despojo de las tierras campesinas a sangre y fuego, por la corrupción rampante y por los altos costos de la guerra, busca (desde hace un mes, con el Gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez) caminos para la paz como requisito para salir del pantano en el que la metió una derecha con la doble moral de sus protectores gringos, acostumbrada a aliarse con narcos, a robar, a amenazar, a apresar, a desplazar, desaparecer y matar en masa opositores sociales, y a mentir, contando con la complicidad de la gran prensa y con la impunidad de su justicia de bolsillo.

El fin de las amenazas de guerra en el Caribe y en la región andino-amazónica y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales entre Colombia y Venezuela son una buena noticia para el mundo. Lo es para millones de familias binacionales y para quienes migran de un país al otro desde hace medio siglo, para las multitudes que en ambos países compartimos anhelos de paz, justicia social, soberanía y progreso.

Lo sentimos por quienes justifican guerras que pelean otros, y por los que siguen contra toda evidencia convencidos de que al aparato industrial y militar de los Estados Unidos y a su OTAN los mueve el humanismo.

El mundo no acaba en Italia. Hoy celebramos el abrazo de dos grandes hermanos de Nuestra América.

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