Chicken game, el juego de la gallina
La teoría de los juegos ilustra las motivaciones y dilemas de quienes toman parte en un conflicto, pero, por desgracia, rara vez permite predecir su desenlace definitivo.
Resulta obvio que si las partes no ponen un mínimo de coherencia y sentido común, la finísima línea roja que separa hoy a Rusia del bloque enemigo, EE UU, UE, OTAN, Ucrania, podría saltar por los aires, nunca mejor dicho.
En la "Teoría de juegos", el filósofo británico Bertrand Russell utilizó el símil del "juego de la gallina" para describir la confrontación entre dos potencias nucleares, en la que dos coches rivales se dirigen uno contra otro, y el primero que cede y da un volantazo para evitar el choque frontal, es quien pierde.
Efectivamente, en esta variante del "chicken game", tener reputación de loco, extremista o temerario puede ser una ventaja táctica que nos lleva a plantearnos si resulta más ventajoso ser sensato o no, dependiendo del perfil del negociador que tengamos al otro lado de la mesa:
1. Si es un negociador con perfil dialogante y conciliador, sí que interesa ser sensato.
2. Si es un inflexible no dialogante y cobarde, saldremos victoriosos así que interesa acelerar a fondo.
3. Si es un inflexible descerebrado, perderemos con seguridad, tanto si nos apartamos como si nos estampamos contra él.
La clave del éxito consistirá en averiguar previamente si el otro negociador es realmente un dialogante y cobardica, o un descerebrado.
Planteado así el conflicto y asumiendo que los negociadores no dejan de ser humanos defectuosos que necesitan usar el baño y sonarse la nariz, como todos los demás, ¿son dialogantes y conciliadores?, ¿inflexibles no dialogantes?, ¿inflexibles descerebrados?
¿Va a ceder (y perder) Rusia? ¿Lo harán EE UU y la OTAN? ¿Perderemos todos?
Nada que ver con la "amable" e impecable disposición de Putin, que ha amenazado con una guerra nuclear porque "un mundo sin Rusia no es un mundo en el que valga la pena vivir".
Nada que ver con la "amable" e impecable posición de Zelenski, que ha declarado: "Si Rusia tiene éxito con los referéndums en el Donbás, hará imposible, en cualquier caso, continuar cualquier negociación diplomática con el presidente de la Federación Rusa, y él lo sabe muy bien".
Nada que ver con la "amable" e impecable posición de Biden, que, eufórico y confortable ante tanta calma y quietud, se frota las manos sonriendo de oreja a oreja, mientras Europa, coqueteando con un regreso a la Edad Media, parece que se oscurece y congela.
Nada que ver con la amable e impecable posición de todos nosotros, que, sin ser una manada de lemmings daltónicos aparentemente suicidas tirándose desde un acantilado, prevemos que la presión occidental ceda en la presión bélica y sanciones; que Zelenski sea "arrojado" a los leones; y que Rusia, en un acuerdo de paz, consiga sus objetivos (más o menos "Ucrania al este del Dniepr, más Odessa").
La espeluznante opción alternativa implica tener varios miles de cadáveres de ancianos famélicos congelados este invierno.
El último pronóstico meteorológico europeo, cortesía de Gazprom, anuncia que este invierno, por san Putin, tendremos escarcha hasta en la sala de estar.
El mundo pide, ruega, hoy a Moscú y Kiev, a Rusia y Ucrania, que dejen de matar a hombres, mujeres y niños y, por el bien de la humanidad, negocien un acuerdo de paz definitivamente.
Saludos cordiales.
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