Nuestra memoria
Toda mi vida la he dedicado a la enseñanza. Y desde que dejé la enseñanza, el mundo fuera de la casa y de los tres sobrinos perdió sentido e importancia. Quedo profundamente sorprendido cuando veo a esas madres tan satisfechas al ver los trabajos que han hecho sus hijos en clase. Aunque no hayan aprendido nada de memoria.
Es verdad también que era horrible aquella enseñanza puramente memorística que me hizo aprender de memoria los ferrocarriles españoles y sus estaciones, sin conocer ni tener idea de lo que era, por ejemplo, Villalba, El Escorial, Valladolid, Medina del Campo... Hasta Irún. Pero me resulta aún más horrible el que hoy lleguen mis sobrinos nietos del colegio sin haber aprendido absolutamente nada de memoria.
El que no respeta la memoria es un inculto. La memoria representa la experiencia, la personalidad. EL ruido y la prisa nos matan. La memoria representa la sensibilidad de las personas. Por otra parte, no hay que tener miedo al silencio que precisa la memoria.
Y todo esto ocurre también en nuestros pueblos. Pocos te recuerdan personas y hechos de ayer mismo, de su pasado. ¿Adónde llegaremos así? Perder nuestra memoria o perder nuestra historia es el infierno. ¿Y quién nos ayudará a salir de este atolladero?
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