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Diez años de negligencias médicas

30 de Octubre del 2010 - Josefina Carcedo Sánchez (Meres (Siero))

En el año 1997, mi marido, Salvador Carbajal, ingresó en el Hospital General de Asturias debido a un dolor en el pecho, pudiendo leerse en el parte facultativo extendido en aquella ocasión que: «ingresa por dolor torácico de 15 minutos de duración que cede con una cafinitrina, posteriormente aparece de nuevo, cediendo con otra CFN. Diagnóstico: IAM no transmural, enfermedad vascular periférica», etcétera. «Tratamiento: medicación y de nuevo cafinitrina si vuelve el dolor».

En los años siguientes mi marido volvió a ingresar en el hospital en diversas ocasiones con los mismos síntomas, pudiendo leerse en los respectivos partes médicos lo siguiente:

Año 2001: «Motivo de la consulta: dolor torácico. Antecedentes de enfermedad vascular periférica, cardiopatía isquémica tipo IAM».

Año 2006: «... ingresa de nuevo por dolor torácico... Medicación y cuando vuelva a tener dolor de nuevo, cafinitrina».

Año 2007: «... ingresa por angina de mínimos esfuerzos... seguirá el tratamiento que venía realizando».

A los pocos días de este último ingreso, acude al Hospital General de Asturias con los mismos síntomas, por lo que deciden hacerle un cateterismo y los médicos se encuentran con una grave enfermedad coronaria de tres vasos, con lesiones a nivel del tronco, por lo que se le interviene quirúrgicamente y se le realiza un by pass aortocoronario, no pudiendo practicarle ningún otro by pass ni otras medidas como la aplicación de uno o varios stein porque, a pesar de que eran necesarios para tratar su insuficiencia cardiaca, las arterias coronarias se encontraban tan deterioradas que hicieron imposible dicha práctica.

Además de las fechas mencionadas, durante estos 10 años mi marido estuvo acudiendo a la consulta de un doctor en Siero cada seis u ocho meses para hacerse las oportunas revisiones y con los mismos síntomas.

Ustedes saben, o deberían saber, cosa que pongo en duda, que la enfermedad coronaria se manifiesta principalmente como una angina de pecho, de las cuales mi marido estuvo sobrado, y también deberían saber que al estar enfermas las arterias coronarias y no llevar el oxígeno necesario al corazón, éste se va deteriorando poco a poco.

Y, por desgracia, el corazón de Salvador estuvo durante 10 años con estos problemas sin que nadie tomara las medidas necesarias, y cuando las quisieron tomar ya era demasiado tarde.

Salvador, además, sufrió varios desmayos y gracias a un doctor que le hizo unas pruebas apropiadas, le pusieron un marcapasos en el Centro Médico con el que se remediaron los mismos. No obstante, debido a su precario estado de salud, en marzo de este año se le llevó a consulta a la Clínica Universitaria de Pamplona y vieron necesario implantarle un desfibrilador automático implantable (DAI) para paliar la disfunción ventricular severa que padecía. Desgraciadamente, a pesar de que mi marido estaba notando cierta mejoría en su estado de salud, sufrió una caída, se fracturó el fémur, y debido a su gran deterioro coronario, su estado se complicó y falleció al cabo de cinco días.

Mis preguntas son:

¿Cómo habrían sido las cosas si en vez de tardar 10 años en «mirar» las coronarias de mi marido lo hubieran hecho a su debido tiempo y en vez de hacerle únicamente un by pass le hubieran podido practicar dos o tres o incluso algún stein? Seguro que hubiera tenido mejor calidad de vida de la que tuvo y quizá todavía estaría entre nosotros.

¿Tampoco sabían que para ver con claridad las arterias coronarias y las lesiones que puedan presentar es necesario un cateterismo a su debido tiempo y no haber tardado 10 años?

Tengo en mi poder la documentación que acredita lo expuesto anteriormente.

En el año 1995 a mi marido ya lo estaba tratando el doctor Álvarez Riera, angiólogo, y después del ingreso en el hospital en 1997, se le llevó el informe y Salvador le dijo que había sufrido un pequeño infarto. Al leerlo, el doctor Álvarez Riera le dijo: «A ti no te dio un infarto. El problema que tuviste en el corazón es el mismo problema vascular que tienes en las piernas». Se refería a una falta de riego sanguíneo. Y qué razón tenía... La pena fue que no era cardiólogo y él le siguió tratando en su especialidad.

Salvador tenía tanto apego a la vida que cada seis u ocho meses acudía al cardiólogo, al angiólogo, al urólogo, etcétera...

Así que las negligencias que se pudieron cometer no fueron por su parte.

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