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De la necesidad, virtud

18 de Octubre del 2022 - Carmen González Casal

Parece que el otoño se presenta caliente y el invierno crudo. La guerra de Ucrania lleva a Europa al “más difícil todavía”, pues al cortar el flujo de gas los precios de este combustible están costando 17 veces más que antes de la pandemia, al tiempo que, por la inflación, disminuye la alegría que había en el bolsillo veraniego de la mayoría de españoles. Mientras que en España el IPC interanual está en el 8,9% —la mayor subida de los precios en 40 años— los salarios solo han subido un 2,6% de media. Toca apagar luces, ponerse la chaqueta y rebajar las horas de calefacción, prescindir del aperitivo habitual con los amigos, reciclar el fondo de armario y racionalizar el consumo, ¡no queda más remedio!

En todo ello tiene el Gobierno tarea por delante, y, con las elecciones a la vuelta de la esquina, se ha puesto a toda prisa a hacer los deberes. ¡A buenas horas..! En fin, aunque este tema daría mucho para hablar, no es mi objetivo en estas líneas.

Hoy quiero traer a la consideración de quien me lea la oportunidad de aplicarnos uno de los principios que sintetiza el estoicismo, el de hacer de la necesidad virtud. Y lo hago no porque quiera resucitar las ideas de esta escuela filosófica fundada por Zenón de Citio a principios del siglo III a.C, sino porque me parece que el refrán de “a mal tiempo buena cara” debe traducirse en una actitud tan realista como positiva que nos lleve a valorar lo que tenemos, a fomentar la gratitud por ello y a crecer y hacernos fuertes en esas dificultades, mejorando cada quien su propia versión.

SUMARIO: El duro futuro que se avecina, oportunidad para valorar lo que tenemos

DESTACADO: Es cansino, molesto, convivir con personas que se quejan continuamente, que siempre ven problemas y nunca forman parte de la solución

Efectivamente, partimos de una realidad dura, que no es buena para nadie. Sin embargo, por mal que nos vengan dadas, mucho peor lo tienen los ucranianos en un país devastado por la guerra y con las bajísimas temperaturas que se les avecinan. Y no solo Ucrania, porque actualmente países como Siria, Yemen, Afganistán o Congo siguen siendo escenarios de conflicto. Escuchaba hace poco a Víctor Kuppers comentar que “cuando la gratitud entra por la puerta, la queja salta por la ventana”. Pongamos la mirada en lo bueno que tenemos, aunque no sea lo mejor y a veces deje bastante que desear. Valoremos lo que supone levantarse cada día, abrir el grifo o darle a la llave de la luz, aunque recortemos su uso; pensemos en los amigos incondicionales, en la familia que tenemos… En tantas cosas buenas que están ahí y nos parecen lo más normal. Desviemos el foco de lo que nos falta, de lo que no nos gusta o de aquello que va mal…Es cansino, molesto, convivir con personas que se quejan continuamente, que siempre ven problemas y nunca forman parte de la solución.

Son momentos de apretarse el cinturón, de notar la carencia de lo material, de cerrar el monedero, de echar en falta cosas que pueden parecer necesarias o de prescindir, por supuesto, de las superfluas. Vivimos en este primer mundo tan esclavos de lo material, con tanto exceso, que un poco de escasez nos viene de maravilla, porque la privación es como una cátedra que nos enseña a bajarnos del pedestal de la autosuficiencia y hacernos más humildes, más libres; a valorar más el cariño de los nuestros, a cuidar lo que tenemos y hacerlo durar. Nos hace maduros, responsables, sostenibles, templados, agradecidos, también alegres.

Mis abuelos vivieron la guerra, mis padres sus consecuencias, y cuando te cuentan las penurias por las que pasaron compruebas que les ayudó a forjarse como personas. Mi generación —y no digamos nada las generaciones posteriores— tuvimos de todo y nos queda pendiente esta asignatura que ahora las circunstancias nos imponen cursar. ¡Aprovechemos la oportunidad que se nos presenta!

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