Manual para despistados: genio y vida interior
Es un hecho asumido por todos que el despiste está relacionado con el genio o la vida interior propia. Hace un año estacioné mi coche en doble fila con el motor encendido para comprar el periódico, y regresé más tarde a casa caminando, olvidándome por completo de él. Alertado cuatro días después por un familiar que trabaja en el parque de la grúa –no sin antes porfiar con él, convencido de que mi coche se encontraba en el garaje de mi casa–, retiré el automóvil y pagué la multa. No se me ocurrió alegar un despiste ante la Policía Local. Quizás por vergüenza, quizás por timidez, o simple prudencia, pero, sobre todo, para no poner al descubierto mi verdadera naturaleza, provocando la mofa de los allí presentes. Eso te pasa porque tienes vida interior, me dijo un sabio amigo cuando le narré lo sucedido poco después. La frase no mitigó los 160 de dolor que se manifestaban contra mi pecho tras mi despiste, pero al menos me hizo sonreír.
Pero mi vida interior no debe ser nada comparada con la del señor Alberto González, a la sazón máximo accionista del Real Oviedo y empresario inmobiliario, que ayer, ante un juez, declaró haberse despistado en el pago a hacienda de, pongamos, 900.000 euros. «Además, la culpa fue de una empleada mía, que no me lo recordó», parece que añadió poco después, asumiendo, eso sí, su incompetencia como gestor. Me descubro ante esta transparente prueba de honradez y humildad propia de espíritus sensibles agraciados con esa inmensa vida interior. Si ustedes por un momento perciben en la actitud de este sujeto una suerte de cobardía y chivatazo más propia de una época de pupitres y encerados, un yo no fui, lo prometo excusador y medroso, es sólo porque por desgracia no está acostumbrado a manejar estas cantidades, ni el grandilocuente lenguaje usado ante la jurisprudencia. Pero no es sólo vida interior. Genio también. Porque díganme, ¿quién sino un genio podría conseguir tal unánime animadversión hacia su persona en tan breve espacio de tiempo?
¡Vaya, ya se me olvidaba! Ayer, al regresar de noche a casa después del trabajo me encontré una carta del Ayuntamiento en el buzón. Dentro venía la cantidad a pagar en concepto de contribución. Una cantidad muy elevada, al menos para mí, y la cosa es que ahora no logro recordar dónde la he guardado. Pero si por un despiste se me olvidara pagarla, y alguien me lo reclama o me lleva a juicio, prometo reconocer que soy un despistado, pero, eso sí, humilde y honrado, y no le echaré la culpa a otros.
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