¿Qué está pasando en la residencia del ERA Santa Teresa?
Quiero hacer pública una situación, que considero muy grave, que está sucediendo en la residencia ERA Santa Teresa. Soy hija de una residente del centro que es dependiente cognitiva y físicamente. Llevamos 3 meses con el principal ascensor del centro estropeado. Es el único ascensor, en el que entran las camillas para bajar a los fallecidos y a los enfermos encamados que necesitan asistencia fuera del centro y que también tiene acceso libre para bajar cómodamente con las sillas de ruedas (¿se pueden imaginar cómo trasladan a esos mayores?). No sabemos lo que pasa, ni cuándo se va a solucionar. Pero si no son capaces de poner una antena en una habitación para que una residente pueda tener TV, ni de cambiar las sillas y sillones que tienen en las zonas comunes de las personas dependientes para que puedan descansar unas horas de sus sillas de ruedas y estén confortables (algunos se pasan 10 horas sentados en la misma silla), ni de comprar grúas nuevas, ni de cambiar las camas que cuando las elevas se inclinan hacia un lado; si no son capaces de hacer ninguna actividad con esas personas que con su deterioro cognitivo y su falta de movilidad se pasan un día, un mes y hasta años, mirando para una pared, sin ningún tipo de estimulación; si no son capaces de luchar para cambiar esos ratios de personal, que se les llena la boca diciendo que se cumplen y que son claramente insuficientes para una atención digna a los mayores... ¡qué se puede esperar! Parece que la Administración es un monstruo que no se puede manejar, pero la Administración está formada por personas, que deberían recapacitar, salir de sus despachos y darse una vuelta, por ejemplo, por la planta 3.ª del ERA Santa Teresa y piensen si estas residencias que tenemos en el siglo XXI son las residencias en las que a ellas les gustaría pasar sus últimos días de vida. Me dirijo especialmente a la señora directora del ERA Santa Teresa, a la señora gerente del ERA y la señora consejera de Derechos Sociales y Bienestar. Y lo más grave de todo, por encima del ascensor, es la pena tan grande que siento cuando voy a buscar a mi madre a la sala común. Falta claramente personal, auxiliares de geriatría (con un trabajo muy duro), fisioterapeutas y terapeutas ocupacionales... incluso alguna ONG que pueda ayudarles a pasar algún ratito más agradable (y para esto último no hace falta dinero, solo un poco de dedicación y ganas). Creo que la Administración fracasa estrepitosamente con los grandes dependientes de las residencias del ERA y que es hora de que los presupuestos ya no se gasten en congresos, convenios, conferencias, ponencias, cursos, etc., que elaboran teorías sobre el bienestar y la calidad asistencial que se da a los mayores, porque al final, nunca hay una clara voluntad, ni queda dinero, para llevar esas maravillosas teorías a la práctica.
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