Asesino Superstar
He cedido ante la presión social. Así como en su momento me negué a ver "El juego del calamar" -hasta llegó a irritarme su banda sonora y la imagen de la dichosa muñeca-, no he podido resistirme ante el último éxito de la gran N roja, "Dahmer", el truculento relato de la vida del Carnicero de Milwaukee. Tras ver el primer episodio, llevado por el morbo, he buscado más datos sobre él en internet, encontrándome con que la fascinación que yo he podido sentir se queda corta al lado de los que se disfrazan como este asesino serial, pujan por sus características gafas o incluso se tatúan su cara a todo color.
Hace tiempo que las productoras descubrieron la erótica que rodea a las historias de criminales como Ted Bundy o Pablo Escobar -incluso yo mismo tengo una camiseta en la que Marco, junto con su mono Amedio, aparece caracterizado como el narcotraficante, nótese la referencia-, pero me pregunto hasta qué punto resulta aceptable banalizar con estos personajes, llegando a convertirlos en iconos culturales. En nuestro país la reprimenda que recibiría alguien que se disfrazara como José Bretón, el Chicle o Tomás Gimeno sería generalizada.
No creo que deban prohibirse series como "Dahmer", hacerlo creo que incluso sería más perjudicial, pero tendríamos que hacer un esfuerzo por separar estos productos culturales de los hechos en los que se inspiran. Solo pensar en el sufrimiento que puede producir a los familiares de las víctimas la ligereza con la que se trata en internet el asesinato de sus seres queridos me revuelve las tripas.
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